29 de noviembre de 2011

Milagro en Berlanga

Historia encontrada en el blog
en un artículo publicado el 19 de julio de 2011

Aunque recuerde un título de película de García Berlanga, lo que voy a contar es historia verdadera. Qué digo, contar; casi revelar, porque esto lo sabe poquísima gente, incluso en la propia Berlanga.

La Colegiata se titula de Nuestra Señora del Mercado. Que no es ningún misterio mariano, sino el mercado o feria que allí delante se celebraba cada año por la Candelaria, del 2 al 9 de febrero, con gran golpe de público.

A la feria de 1587 llegan, entre los feriantes, dos hermanos plateros de Huete (Cuenca), Pedro y Bautista Rodríguez. Algo retrasados venían, porque al Pobre Pedro por el camino le había dado una jaqueca que lo tuvo tres días perdidos, sin poder siquiera abrir el ojo derecho.

El día 9, último de la feria, que cayó en lunes, oyen misa en la colegiata. El doliente debía de parecer un jamelgo de picar toros, pues como buen jaquecoso se había encasquetado un ‘tocador’ que le tapaba el ojo y la parte dolorida.

Les habían hablado de las virtudes de un Santo Cristo nuevo, depositado en la iglesia hacía poco por su dueña, doña María Girón, mujer del Condestable y Duque de Frías don Juan Fernández de Velasco. Era una hermosa talla italiana en marfil, de poco más de un palmo, sobre cruz de ébano.
El ‘Cristo de Lepanto’, le decían. Uno de tantos que para la ocasión bendijo el papa san Pío V. Uno de ellos se guarda en El Escorial, regalo del pontífice a Felipe II. Esto otro se lo había dado Sixto V al Duque en 1585. Y aunque pasaba (y pasa) por haber asistido a la batalla de 1571, blandido por un fraile capuchino en el fragor del combate, lo contrario era más cierto: que no estuvo allí, pues el fraile capellán no fué a Lepanto, sino a Chipre, y además se murió en el viaje. Es lo que me consta por documentos que, una vez más, pulverizan bonitas leyendas.

Este crucifijo pidió ver y tocar el migrañoso, con esperanza de curarse, pues perdido el negocio de Berlanga, todavía les quedaba la superferia de Tendilla, en la Alcarria, que se abría el 24 y duraba un mes, con mucho negocio de paños finos, joyas y plata.

El sacristán de la colegiata le mostró la imagen. Lo que después pasó entre el enfermo y el Cristo figura en un atestado expedido tres días después, a instancias de un clérigo en representación de doña María. Cuya sustancia es, que

“habiendo ido el dicho Pedro Rodríguez platero a le adorar, y habiéndole adorado al dicho santo Crucifijo, y puesta la corona de él en el ojo que tenía enfermo y malo, fue nuestro Señor servido que luego al punto se le quitó la dicha enfermedad y dolencia que tenía, y totalmente quedó y está sano y bueno; y nunca más ha tenido la dicha enfermedad. De lo qual se vio y manifestó clara y distintamente, así porque el dicho Pedro Rodríguez se quitó luego el tocador que tenía puesto en la cabeza, y abrió y cerró y pestañó el ojo, lo qual no podía hazer de antes…”
Aquella instancia tenía por objeto que el Corregidor de la villa, licenciado Garibay Zuazola, ordenase una encuesta pública en forma, “para que conste… y venga a noticia de todos el dicho milagro”. Curioso: la dueña del Santo Cristo pide tal “justicia” al juez nombrado por su marido, de quien dimana el poder señorial –simbolizado aquí por el rollo de Berlanga, el más vistoso de la provincia–.

No menos curiosa la deposición de un fray Antonio Escudero, franciscano, comisario de la bula. El cual como ‘testigo’ (sic) declara bajo juramento:



“Que, el miércoles de la ceniza próximo pasado, este testigo confesó y comulgó al dicho Pedro Rodríguez, y en todo lo que le trató y comunicó en lo espiritual y temporal coligió de él ser un hombre muy honrado y buen cristiano…, y le tiene por persona que piadosamente [no] dejara de decir verdad, especialmente con juramento y en negocio tan grave como este.”
El tal “miércoles pasado” era literalmente “ayer”, la víspera de la declaración. Ese día de penitencia, el padre Comisario bulero andaría ocupadísimo, como un feriante más en su tenderete, voceando sus bulas para que las gentes pudiesen aligerar la abstinencia cuaresmal. Los feriantes a buen seguro no escaparon al celo del religioso, que aparte de colocarles las sendas bulas les invitaría a cumplir con pascua. Los buenos plateros, producida la curación el lunes y citados a declarar, obraron sabiamente acudiendo al fraile a confesarse con él y cumplir con Pascua a cambio de la papeleta correspondiente, y de paso captarían su benevolencia comprándole bula. Fuera de eso, el fraile no conoce a su penitente de nada, y así es bien poco lo que puede ayudar.Las versiones del enfermo curado y de otros dos testigos, con ser tan pocas, tienen el mérito de ser divergentes. Como por lo demás suele ocurrir en estos milagros un poco embarullados. Según Pedro, lo que él hizo fue pasar un rosario por la cabeza del Cristo, y al hacerlo cayó rodando por el suelo la pequeña corona de espinas, que todos buscaron y él mismo, a pesar de su jaqueca, encontró y puso en contacto con el ojo doliente, quitándose el dolor al instante. Y lo que es más extraño, “nunca después acá ha sentido ninguna cosa de la dicha enfermedad”. Es decir, en dos días y medio no le repitió la migraña. Una curación definitiva, lo que vulgarmente se dice.

Divergente es también el sacristán o ‘sagrariero’. Del incidente de la corona caída, lo que a él le importa es que volvió a su lugar en la cabeza del crucifijo, sin mayor protagonismo en la cura milagrosa, que fue obra de la imagen entera. Cada versión responde a las preocupaciones del testigo, como suele ser en estos casos.

Así, sin fiscal ni abogado del diablo ni informe pericial, el corregidor Garibay dio por concluido el expediente. No se llamó a ningún médico que dictaminase sobre el mal y la curación; y para teólogo fue suficiente el fraile bulero. Nos quedamos con la curiosidad, o si se prefiere, con las ganas de saber si Pedro Rodríguez tenía antecedentes de jaqueca, que con tanta presteza se auto diagnosticó.

La jaqueca es una patología epileptoide, tan conocida como inciertas son sus causas, y aleatorios sus remedios. Entre estos, sin embargo, no se contempla el contacto con una corona de espinas, aunque sea la de un santo Cristo. También es sabido que los ataques remiten por sí solos, durando por lo general no más de tres días, y a veces el alivio se produce con rapidez. Fuese jaqueca “de libro”, u otra forma de cefalea seudo-jaquecosa, o en fin, alguna neuralgia facial, no entremos en ello, pues ni pone ni quita mérito al milagro.

En realidad, ni siquiera conocemos el objetivo real de la supuesta averiguación y “justicia” reclamada por la Duquesa. En plan especulativo, recordemos que en 1587 se tramaba la conquista de Inglaterra con aquella gran Armada que pasó a la Historia como ‘la Invencible’. En tal ambiente de entusiasmo religioso prebélico no quedaron sin promocionarse los “Cristos de Lepanto”.

El Cristo milagroso es inútil buscarlo hoy en la Colegiata de Berlanga. Doña María Jesús nada dice de él. Con buen acuerdo, su propietario don Juan, ya viudo de doña María, sopesó el riesgo que corría una pieza tan pequeña, de materiales preciosos como el marfil y el ébano, a riesgo de dejarse la corona, y quién sabe si el bulto todo, entre dedos demasiado devotos. Berlanga se quedó sin milagro.

El Cristo lepantino, o a lo menos elefantino, vino a parar al mismo convento que la sordomuda doña Juliana. En el museo de Santa Clara de Medina podemos verlo, entre el legado artístico de don Juan Fernández de Velasco. Por cierto, sin la corona de espinas. ¿Qué habrá sido de ella?
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[1] Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias. I p., l. 8, cap. 1, 10; ed. J. Pérez de Tudela, BAE, Madrid, Atlas, 1959, 1: 248.

[2] Estrella Figueras Vallés, Fray Tomás de Berlanga. Una vida dedicada a la Fe y la Ciencia. Soria, 2010.

[3] Archivo de Sta. Clara, Medina de Pomar, sig. 01.39 (Berlanga, 12 Febrero 1587).

[4] Ibíd., Perg. 150, 6): Certificación del crucifijo (Roma, 1 Mayo 1586).

24 de noviembre de 2011

Mejor color en la bóveda de San Baudelio

NOTICIA DE SORIATURISMO Y MAS (Angel Almazán)

El monumento se abre mañana (25 de noviembre de 2011) al público con su horario habitual tras permanecer cerrado, excepto los fines de semana y los días 31 de octubre y 1 de noviembre, desde el pasado 5 de octubre, fecha en la que se iniciaron las obras.

El Ministerio de Cultura, a través del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), en colaboración con la Junta de Castilla y León, ha realizado la restauración de las pinturas murales de la ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga, situada en la localidad soriana de Casillas de Berlanga.

Esta actuación contempla la limpieza y consolidación de las pinturas de la bóveda que están afectadas por hongos y humedades que también afectan a la bóveda. El coste de la actuación es de 21.240 euros y tenía un plazo de ejecución de dos meses.

La intervención ha servido para eliminar las manchas producidas por los hongos con una limpieza mecánica y una limpieza hidro-alcohólica con función fungicida deteniendo el riesgo de deterioro. Al mismo tiempo se ha aprovechado para revisar el estado de conservación de las pinturas murales de la nave central y, en los lugares donde existían signos de separación se ha procedido a su consolidación.

Las pinturas que decoran la bóveda de la ermita datan de principios del siglo XII y representan escenas del ciclo de la Natividad, como la Anunciación y la Adoración de los Reyes Magos. Fueron arrancadas en 1964 y reubicadas por el IPCE en una intervención ejecutada en 2001 y 2002.

En el período de enero a octubre de 2011 han visitado el monumento 14.222 personas, 16.462 lo hicieron en 2010 y 74.662 en 2009, coincidiendo con la organización en Soria de la exposición “Paisaje Interior” de Las Edades del Hombre.

La Ermita de San Baudelio fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1917 (R.O. 24-VIII-1917). Actualmente está catalogada como Bien de Interés Cultural Inmueble (BIC) con categoría de Monumento, de acuerdo a las Leyes 16/1985 de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español y 12/2002, de 11 de julio, de Patrimonio Cultural de Castilla y León.

Recomendación de Soriaturismoymas: Guía espiritual y artística de San Baudelio de Berlanga, es el libro idóneo para quienes buscan mucho más de lo que cualquier guía turística del lugar dice.

18 de noviembre de 2011

Madrid - Sigüenza

Artículo publicado en la edición de Madrid del diario El País, el día 16 de marzo de 2008. Su autora es la escritora Clara Sánchez.

Hay otra manera de pasar los días de Semana Santa sin pegarse una paliza en la carretera y correr el riesgo de que haga mal tiempo y uno no pueda salir del apartamento, y es programarse excursiones de un día o dos. Propongo una para la que no se necesita ni coche. Se trata de tomar en la estación de Chamartín el sábado por la mañana, a eso de las diez, el tren medieval que va a Sigüenza. Se reconoce porque en el andén de cercanías en que está situado van y vienen actores con atuendos de época, por lo que nada más poner el pie allí hay que empezar a dejarse llevar por el ambiente y a disfrutar de la sensación de que uno va acercándose a otro mundo. ¿Para qué ir al lejano Orlando para entrar en los mundos inventados de sus parques temáticos cuando aquí podemos trasladarnos a la Edad Media en un tren de verdad? También el paisaje es de verdad y los dulces que reparten durante el trayecto son auténticos, y la representación en que podemos hablar de tú a tú y discutir con personajes históricos como el obispo Bernardo de Agén (que conquistó Sigüenza en 1124) o con doña Blanca de Borbón (cuya trágica existencia da mucha vida a los muros de piedra de Sigüenza), instructiva y entretenida. Y total que cuando nos queremos dar cuenta hemos llegado.

 ¿Para qué ir al lejano Orlando cuando aquí podemos trasladarnos a la Edad Media en un tren?

Sigüenza es de verdad. Sus tejados rojizos destacan en un páramo con manchas de vegetación y donde en invierno se pueden alcanzar los 15 grados bajo cero, lo que hace que esta ciudad sea recia, sólida, de piedra, y al mismo tiempo delicada, con su Doncel, su doña Blanca y sus dulces. De hecho, la guía que nos ha tocado nos cuenta que el empedrado de la plaza Mayor y calles adyacentes no sólo estaba pensado como pavimento sino para que se masajeara la planta de los pies al andar. ¿Se puede esperar mayor refinamiento? Vamos a ver, ¿a qué Ayuntamiento en nuestros días se le ocurriría pensar en los pies de sus ciudadanos? A mí, que me encanta ser turista y que me cuenten cosas, ésta me deja con ganas de preguntar más detalles, pero no quiero ser la típica lista que acapara a la guía. Los viajeros del tren ya sabíamos a qué grupo pertenecíamos cada uno, y los guías nos esperaban a la salida de la estación vestidos en plan medieval, pero de un modo muy natural, con tejidos de entonces, por lo que los guías quedaban estupendamente entre los muros de piedra de las casas y sobre el empedrado, y los turistas como si nos acabasen de teletransportar con nuestros extravagantes atuendos.

La ciudad es magnífica y está impecable y tiene de todo y a lo grande: catedral, universidad del siglo XV (San Antonio de Porta Coeli), castillo, muralla, las puertas de la muralla como la Puerta del Sol llamada así porque por allí entran los primeros rayos de la mañana, y también la Posada del Sol (siglo XVI), iglesias, conventos, la cantidad de monumentos es abrumadora. Domina la piedra con tonalidades rojas sobre el fondo ocre del resto de la pared, que le da una gran belleza. Fuera de la ciudad todavía quedan restos celtibéricos, y dentro, a la Sigüenza medieval, hay que sumarle otra renacentista, introducida por el cardenal Mendoza, a cuyos hijos los llamaba la reina "los bellos pecados del cardenal" (otro detalle delicado); y aún se puede encontrar otra Sigüenza barroca y neoclásica.
 

Precisamente en la misma fachada de la catedral se reúnen varios estilos. Pero preferimos pasar dentro porque es allí donde está el sepulcro del siglo XV de don Martín Vázquez de Arce (El Doncel), cuyo encanto ha traspasado los siglos con gracia y levedad. Su posición es semiyacente y tiene un libro en las manos, con expresión de estar sintiendo muy profundamente lo que lee. Y éste es el enigma que nos lleva a mirarle una y otra vez: ¿qué estará leyendo?, ¿qué le atrapa así? Y en realidad es esta escultura la que le ha hecho famoso porque parece ser que no hubo nada de gran relieve en su vida, a pesar de morir guerreando en Granada a los 25 años. Por entonces ni siquiera se llamaba Doncel. Fue a finales del XIX cuando se le llamó así como definición de su juventud y hermosura. Inmediatamente dan ganas de saber más sobre él y es entonces cuando se impone visitar la casa de su familia.
 
Y después, por una calle muy empinada, subimos al castillo, utilizado hoy como Parador de Turismo, donde nuestra guía nos cuenta la leyenda de Blanca de Borbón, casada con Pedro I el Cruel, que la repudió y la confinó durante cuatro años entre estos muros. Murió muy joven y su fantasma vaga por el castillo. Pobre Blanca.

13 de noviembre de 2011

Mapa de 1781


La Academia de la Historia está digitalizando sus fondos; encomiable labor que afortunadamente cada vez se está extendiendo más entre las instituciones culturales. 
Gracias a este trabajo hemos encontrado un mapa de la diócesis de Sigúenza del año 1781, con muchas curiosidades toponímicas, en el que aparece delimitado el Arciprestazgo de Berlanga que tuvo vigencia hasta la nueva formación de las diócesis españolas tras el concilio Vaticano II. 

Pinchando dentro de la imagen se accede a la página con el mapa en alta resolución.

7 de noviembre de 2011

Sujétame


De la cruz de Martín Sanz, colocada a mil pasos exactos de la muralla nueva en dirección sureste,  dice Juan Manuel Bedoya que "a mitad de camino o paseo entre la villa y convento de Paredes Albas, hay una elevada y hermosa cruz de piedra sobre un pedestal o gradería de lo mismo, que costeo un Martín Sanz, cuyo nombre lleva" sin que nos añada ninguna pista sobre el benefactor ni sobre la fecha de su construcción.


Se trata de una sencilla pero esbelta cruz de término o humilladero, levantada como testimonio de fe o tal vez como agradecimiento por algúna sanación. La cruz que la corona es de tipo patriarcal o de Caravaca.

A raíz de la remodelación del camino que antes fuera calzada romana y cañada real de las merinas, ha quedado este monumento bastante desprotegido y a tenor de que el día menos pensado las aguas que bajan del barranco socaven sus cimientos.

Comentario de petifoque ( 

    Un Martin Sanz era, en 1566, alcalde ordinario de la villa de Berlanga; es decir, la máxima autoridad judicial entre el pueblo llano, ya que los hijosdalgo empadronados dependían de otro alcalde. En tal condición, le cupo instruir la información testifical promovida por el Condestable Iñigo Melchor Fernández de Velasco, para acreditar que dicha villa podía pagar muy bien el encabezamiento de la alcábala (cantidad a repartir entre los pecheros por dicho impuesto sobre ventas, el IVA de aquel tiempo). 
    Las deposiciones de los testigos que he leído, todas de vecinos de otros lugares de la Tierra de Berlanga (es decir, sometidos a la misma jurisdicción, pero que no eran parte del pleito) se mostraron muy favorables al Condestable, porque la villa, decían, era muy populosa (entre 400 y 500 vecinos), rica y de mucho trato, mercadurías y caudales, por lo que estimaban que el Condestable les perdonaba mucho del máximo que podía llegar a percibir (el 10%) de todas las transacciones mercantiles.
       El documento está disponible en el portal PARES (SNAHN, Casa de Frias), pero su caligrafría no es apta para todos los públicos. Pese a todo, la villa planteó pleito ante el Consejo de Castilla, que falló en su contra en 1571. El mismo año en que Martin Sanz era alcalde, aparece otro vecino llamado Miguel Sanz, relacionado con el mismo asunto de las alcábalas.
    Del mismo apellido, hallo entre mis notas a un Alvar Sanz, labrador, natural y vecino de la villa, que en 1610, contando 61 años de edad, depuso testificalmente en la probanza de hidalguía de Francisco de Brizuela para el hábito de Santiago, y no supo firmar.
    Entre 1668 y 1669, un tal Juan de Martin Sanz adquirió numerosas tierras en el término de Berlanga; entre otros a Isabel Romero, Melchor Alcalde, Mateo de Rello, Andres del Fresno, Francisco Alcalde y Catalina de Liceras (marido y mujer), todos vecinos de Berlanga, cuyos contratos notariales conserva el Archivo de los Conde de Salazar. Era, sin duda, un hombre con recursos para costear la cruz, y su apellido compuesto Martin-Sanz, aparece en los censos de Caracena y su tierra desde 1591, en lugares como Pozuelo y La Perera.



L'automne