En los caprichos de la toponimia y en la confusión que origina en los oídos del lego, pensaba Armengol de Balbén mientras se acercaba al pueblo de Arenillas, famoso en este blog y en la comarca que pisamos, por sus monedas y sus plantas aromáticas, y también por sus tres despoblados cercanos (Tajarejo, Villaseca y Alconeza) y por la Fuente del Caballero y últimamente también por sus conciertos veraniegos de la boina contra la despoblación musical soriana, donde se dan cita festiva todos los estilos de la música popular actual.
Y precisamente con lo de las plantas aromáticas, que alguien por aquí también llamó mágicas, estaría relacionado el nombre de Arenillas, que por mala dicción sustituiría al Arnillas, que viene de Arno, que significa enjambre o colmena en dialecto visigodo y que perdura en las lenguas catalana, aragonesa y gascona como arna, refiriéndose a la colmena tradicional que se hacía con troncos o cortezas de árboles.
Unas colmenas cercanas a un prado lleno de plantas mágicas, esa fue la imagen que se llevó Armengol cuando enfiló de nuevo la carretera y dejo a sus espaldas la estimulante estampa otoñal de Arenillas.
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