El mito del Coco, tan antiguo como el mundo, ha sufrido en la provincia de Soria -en algunos pueblos especialmente enclavados a lo largo de la linea ferroviaria de Ariza a Valladolid- una transformación notable.
Las madres no pretenden ya atemorizar a sus hijos con la fantasía antiquísima. ahora les basta con decir:
_¡Que viene el Trabuco!
Por rebelde que sea el chiquillo, la mágica palabra lo aquieta y convierte en dócil, hasta que olvidado del nombre temible, una nueva diablura lo vuelve a recordar.
A los pequeños indómitos, díscolos, traviesos, les dicen los convecinos:
_¡Eres más malo que el Trabuco!
Y este nombre, repetido una vez y otra y cientos de ellas, se agiganta, y con el crecimiento del apodo, aumenta la leyenda, se multiplican los hechos y se hace novelesco y popular el relato de las hazañas del bandido.
Porque en la provincia de Soria hizo su aparición hace unos años un auténtico malhechor, que vivía entre riscos, que hacía apariciones periódicas en los pueblos, robaba y volvía a sus dominios con el producto de su excursión.
Hemos querido conocer la vida y milagros, los hechos delictivos y las excursiones de el Trabuco, y un comerciante prestigioso de Berlanga de Duero, Don Angel Alfonso, protector desinteresado de la familia del malhechor nos ha hecho un detenido relato que ofrecemos a nuestros lectores
DE ENRIQUE GARCIA HERNANDO A EL TRABUCO
Hasta hace una decena de años -comienza el Señor Alfonso-, había en Berlanga de Duero un hombre fuerte, robusto, honrado, servicial, que figuraba en primer lugar entre todos los trabajadores. Se llamaba este hombre Enrique García Hernando, y era el primero en iniciar la jornada, el ultimo en acabarla y el que menos tiempo perdía en los descansos durante el día.
Sobrio en el comer y en el beber, jamás tuvo una pèndencia ni un disgusto. Era padre de seis hijos y su hogar podía calificarse como de los más felices. Había casado Enrique con una buena moza, guapa de entre las más guapas, garrida, trabajadora e hija de una viuda con el patrimonio saneado.
La señora Martina, la Polla, estaba encantada con el hombre que había correspondido a su hija y la hacía feliz. Aquellos seis nietos eran para la abuela el complemento de sus venturas. Enrique García, con su trabajo incesante, incansable, acrecentaba el patrimonio, las tierras eran fértiles y la recolección, cada vez más abundante, merced a los esfuerzos del mozo fuerte, convertido en cabeza de familia.
Los convecinos de Enrique no tenían palabras más que para elogiarlo, y quizás mas de uno envidiaba aquella fortaleza, aquella disposición para el trabajo, aquel afán de prosperar que hacían sobresalir entre todos a Enrique García Hernando.
DE TRABAJADOR INCANSABLE A BANDIDO
Un día, prosigue nuestro interlocutor, hace de esto ocho o nueve años, se vio entrar en la taberna, cosa insospechada en él, a Enrique. Sin duda lo convencieron a fin de proponerle un negocio. A partir de aquel momento abandonó el mozo fuerte la azada y el arado y se dedicó a negociar en patata temprana. Frecuentaba la taberna con sus compinches y se alejaba cada vez más de la faena, influenciado sin duad por los primeros éxitos del negocio. Bebía con abundancia y se iniciaron los disgustos en el hogar, hasta entonces dichoso.
La señora Martina, la Polla, afeaba a su hijo político aquella conducta y más de una vez surgieron altercados violentos que quebraron de manera imposible ya de corregir, la paz doméstica. Poco después surgía el bandido. Sin que se conozcan las causas ni al parecer le impulsase nadie a ello. Enrique García Hernando, el Trabuco, se lanzó al monte y comenzó sus fechorías.
-¿Cual fue la primera de ellas? - interrogamos
-Un caso original en la historia del bandolerismo. El Trabuco cometió su primer delito robándose a si mismo. Una noche, que sin duda había bebido más de la cuenta, llegó a su casa, se apoderó de un jamón y de un garafón de vino y desapareció.
-¿No volvió a presentarse más en Berlanga?
-De día no fue visto. Sin duda sus andanzas eran nocturnas, dedicadas a proporcionarse pan y vino. Se cometían pequeños robos de esta clase de alimentos y comenzó a sonar el nombre de el Trabuco como supuesto autor de ellos.
-¿Lo detuvieron pronto?
-Si. Comenzaron las actuaciones de la Guardia civil, que consiguió detenerlo, y fue conducido a la cárcel de Almazán, por vez primera. Lo condenaron a dos o tres meses de cárcel, y cuando salió reanudó su vida de bandolero.
-¿Qué fue de la familia de el Trabuco?
-Continuó con la abuela y se fueron casando las hijas mayores. Dos lo están ya, una de ellas en Barcelona. Uno de los hijos trabaja en casa y lo tenemos muy considerado por su honradez y simpatía. Otro hijo está en Almazán, y las hermanas pequeñas o con la abuela, durante el invierno, o con las hermanas casadas.
POR NO MATAR A LA ABUELA
Cuantas veces ha sido detenido el Trabuco, ha hecho la misma declaración.
-¿Por qué llevas esta vida -le han preguntado. Y el invariablemente responde:
-Por no matar a la abuela.
Entretando, la abuela, Martina, la Polla, acogió a sus nietos y enterró a su hija, victima de los sufrimientos. La fantasía popular se desborda cuando tiene por tema al bandido soriano.
-Una vez - oimos decira a una moza en la fuente de los cuatro caños de Berlanga- salió al camino con una escopeta y un cuchillo y quiso matar a dos hombres.
-Pues otro día -afirma otra- asaltó una casa de Aguilera, y la dueña recibió un susto que murió poco después.
-¿Y cuando robó en la iglesia de Recuerda? -exclama otra
-A mi me han dicho que cuando está suelto, viene a dormir sobre la sepultura de su mujer, al cementerio, asegura otra moza, mientras el cántaro se llena.
¡MATAME YA DE UNA VEZ!
Parece, según nos dice persona merecedora de crédito, que al ser detenido el Trabuco por última vez, hace poco más de mes y medio, fue conducido por la Guardia civil a la cárcel de Berlanga. Allí lo visitó Quirico, su hijo mayor, que le afeó la conducta, diciéndole:
-¡Nos está usted deshonrando! lo que debíamos hacer sus hijos era matarlo y así acabábamos con esta vergüenza.
A cuyas palabras respondió cabizbajo y apesadumbrado el famoso bandido
-!Tienes razón, hijo: mátame ya de una vez y descansaremos todos!
Pero Quirico, que es hijo cariñoso, que padece la vergüenza de ser hijo del hombre tan temido, se lamenta:
-¡Al fin y al cabo, es mi padre!
MARIO ALEGRIA. Revista CRÓNICA. Año VII. Número 302. 25 de agosto de 1935.
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En el próximo número: LAS ULTIMAS FECHORIAS COMETIDAS POR "EL TRABUCO"
El robo de hornamentos de la iglesia en Recuerda / Ingenuidad de malhechor / Siente predilección el bandido por las ovejas y las bodegas de vino / Por qué y cómo fue detenido el Trabuco / Tres años en la cárcel de Burgos.
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