4 de diciembre de 2013

¿Fue el deán Juan Manuel Bedoya obispo de Ourense?

05.11.2013 Miguel Ángel González (Delegado de patrimonio de la diócesis).

Uno de los personajes más interesantes del siglo XIX en Ourense fue el santanderino, criado en Berlanga de Duero, Juan Manuel Bedoya, literato, orador, amigo leal del Cardenal Quevedo, hombre influyente, de talante liberal pero siempre prudente, perseguido por sus ideas, querido por el pueblo, deán de nuestra Catedral durante largos años hasta su muerte en 1850. Gobernador eclesiástico del Obispado durante la larga vacante de 8 años tras la muerte en 1840 del obispo Dámaso Iglesias Lago, hasta la elección en 1848 de Pedro Zarandía Endara. Es precisamente en esta sucesión donde algunos autores incluyen a Bedoya como obispo electo de Ourense. ¿Se le puede considerar así? Aclaramos esto porque en algunas obras así se afirma, quizá por el hecho de incluirlo Fernández Alonso como tal en su Pontificado Gallego. Crónica de los Obispos de Orense, Orense, 1897, pg 585, con el número 88 de los obispos, y así figuró también en los episcopologios de las Guías Diocesanas hasta que a indicación mía se retiró de la última.
Hasta el Concilio Vaticano II los Reyes de España tenían el derecho de presentar a la Santa Sede los candidatos al episcopado y otros beneficios que luego el papa nombraba o rechazaba. Sólo se interrumpió esta práctica por las leyes sectarias republicanas y con la ruptura de relaciones con la Santa Sede. El concordato con la España Nacional devolvió esta prerrogativa al jefe del Estado que la ejerció hasta la renuncia del privilegio pedida por la Santa Sede, a raíz del citado Concilio, el 28 de julio de 1976, a los gobiernos que la mantenían, con el fin de asegurar la independencia de la Iglesia en asunto tan grave.
La larga vacante sucedida en Ourense tras la muerte en 1840 del obispo Dámaso Iglesias Lago, duraría nada menos que 8 años, retrasada por la ruptura de relaciones diplomáticas en 1836 entre España y la Santa Sede que se traducirá en un clima de tensión en estos futuros años, agudizada en 1840 durante la regencia de Espartero que intensificó el sectarismo. Algo se mejoró durante la llamada década moderada (1844-1854) que lleva en 1845 al restablecimiento de las relaciones diplomáticas de modo efímero, hasta 1847 en que tras la llegada al solio pontificio de Pío IX en 1846 y la vuelta de Narváez facilitó a finales de 1847 la reanudación de las conversaciones, que no harán efectivos los cambios y el entendimiento hasta 1848 cuando durante el verano se normalizan las relaciones y se procede al nombramiento de obispos para muchas diócesis que padecían largas vacantes, entre ellas Ourense. El concordato de 1851 culminará este tiempo difícil de tantos incómodos desencuentros entre los gobiernos de España, algunos con evidente y poco razonable carga sectaria, y la Santa Sede. (Puede verse con detalle todo este momento en el documentado trabajo de Vicente Cárcel Ortí Un siglo de relaciones diplomáticas entre España y la Santa Sede (1834-1931). Anales de Historia Contemporánea, 25 (2009) pgs. 314-331).
Es en este contexto cuando el Gobierno de modo unilateral, por Real Decreto de 29 de mayo de 1847 proponía como obispo de Ourense al deán Bedoya. Es decir una propuesta de ningún valor canónico y por tanto una de las muchas nominaciones que se quedaron en nada como no podía ser menos, y por ello no se puede considerar a Don Juan Manuel entre los obispos de Ourense. La noticia se hizo como si se tratase de un nombramiento y así lo publicaron los periódicos y lo debió entender el pueblo de Ourense, ya que en diversos medios desde ese momento se le trata como obispo electo y el Cabildo tiene con él todas las consideraciones del caso.
Dice Fernández Alonso que fundado en su edad avanzada, 77 años, presentó y le fue aceptada la renuncia el 16 de agosto del mismo año. Es una manera de hablar ya que no puede renunciar quien no ha sido nombrado y sería mejor decir que alegando su edad pidió al gobierno desistiese de formalizar una incierta e ilegítima presentación. Quizá además de la edad, que realmente era ya mucha, y achaques Bedoya que no era tonto y sabía derecho canónico, no quiso inteligentemente favorecer una nominación de tan nulo valor eclesiástico como la que le hacía el gobierno y que le podría traer hasta la excomunión. Además de haberse oficialmente presentado su nombre siguiendo el procedimiento establecido cuando las relaciones eran normales, en las instancias diplomáticas todo hubiera quedado en nada ya que encontraría el total rechazo de la Santa Sede, donde por sus simpatías liberales era mal considerado como expresa a las claras el Delegado Apostólico Brunelli que en un Despacho de 12 de agosto de 1847 dirigido a la Secretaría de Estado, sin ni siquiera nombrarlo se refiere a Bedoya (lo traduzco del italiano) de este modo "No hace más que tres días después, es decir, después de un mes de mi partida de Roma, contra el sentido y la letra de la promesa de este plenipotenciario, fue publicado en los periódicos el nombramiento para la Iglesia vacante de Orense en la persona de un clérigo de edad muy avanzada, mal de la vista, y de las piernas, liberal en la teoría y en la práctica" (Vicente Cárcel Ortí Los nombramientos de obispos en España durante el pontificado de Pío IX (Primera parte 1846-1855) ANALECTA SACRA TARRACONENSIA 72, Barcelona, 1999 pg. 55). Ni una consideración mínima a tal propuesta, despachada con el más diplomático de los ninguneos.
El Cabildo de Ourense actúo en este caso como si la presentación del Señor Bedoya hubiese cumplido todos los requisitos canónicos. Veamos los acuerdos sobre ello: (ACO. Actas Capitulares tomo 43 folios 155 y ss): Cabildo extraordinario de 5 de junio de 1847: Habiendo entregado el Señor Deán al concluir las Horas dos oficios?se abrieron y se vio que en uno de fecha 29 de mayo próximo por Real Orden: S.M. se ha dignado presentar para el Obispado de Orense vacante por el fallecimiento de Don Dámaso Iglesias Lago a Don Juan Manuel Bedoya Deán de aquella Santa Iglesia. Manifiesta (Bedoya) al Cabildo que en medio de su avanzada edad y achaques naturales, que es para el mismo una apreciabilísima honra entre las muchas, que, dice, tiene recibidas de sus compañeros y hermanos en 32 años, que lleva de Prebendado en esta Iglesia a pesar de las vicisitudes de la época sobradamente agitada y borrascosa, el ofrecerle con esta ocasión tan plausible por incorporarse en el Catálogo de sus Obispos uno de su propio seno, lo que no se había verificado desde los tiempos del gran Cisma, y ofrecer con esta ocasión la sinceridad de su cordial afecto y los más vivos deseos de conservar la paz y buena armonía a que es tan inclinado por principios, por temperamento y por carácter.
El otro es de fecha 3 de este mismo mes en que dice al Cabildo que con fecha 25 de mayo se le ha autorizado a dimitir del cargo de Gobernador eclesiástico. En el mismo Cabildo se acordó nombrar una diputación capitular para pasar a casa de Bedoya a felicitarle "con el aparato acostumbrado de acompañamiento de capellanes, pincerna y más dependientes". Además "que hoy a medio día haya repique de campanas y cohetes y por la noche se le de música y también con cohetes en señal de júbilo".
Provisionalmente se nombró al cardenal Don Joaquín Cordón para que interinamente gobierne la Diócesis hasta proceder a la regular elección. El 12 de junio del mismo año Don Joaquín Cordón que era con Bedoya Gobernador del Obispado desde 1840, hace renuncia formal de sus derechos y facultades, creándose en el Cabildo una situación incómoda no sabiendo cómo proceder en la elección de Vicario Capitular en este momento en el que Bedoya es "obispo electo". Mientras tanto faculta al Señor Cordón para que interinamente gobierne la Diócesis y encarga consultas a las instancias superiores.
El 28 de agosto en cabildo se leyó un oficio del Señor Deán en el trasmitía la Real Orden de 16 de agosto de 1846 en la que se aceptaba por la Reina su renuncia, trasmitida por el Ministro de Gracia y Justicia Florencio Rodríguez Bahamonde. Con humildad Bedoya aduce sus limitaciones y pide al Cabildo que "mande retirar las insignias y aparatos de distinción con que a título de obispo electo se me honraba en coro y sacristía". El Cabildo le muestra su pesar por la decisión y acuerda retirar el dosel y almohada que se ponía en el coro a los canónigos electos obispos (folios 160-161). En el cabildo de 31 de agosto se lee una comunicación del Arzobispo de Santiago sobre el estado del Gobierno del Obispado y "las preces dirigidas por varios párrocos que dudaban de la legitimidad del gobierno de dicha diócesis" remitiendo a lo que determine el legado apostólico Monseñor Brunelli. Nota que evidencia disconformidades de párrocos que sin duda desconfiaban de un nombramiento con tan evidentes irregularidades canónicas. Todo concluye cuando el 25 de octubre se recibe la comunicación desde Calahorra de Don Pedro Zarandía de haber sido presentado por la Reyna, en este caso ya dentro de los procedimientos acordados con el Vaticano, para la mitra de Ourense.
No significa desde nuestro actual juicio que Bedoya no hubiese sido un buen obispo, de hecho lo fue durante 8 años de vacante, pero sencillamente no lo fue, aunque la consideración equivocada de que hubiese sido elegido como tal obispo justificó el poder ser enterrado en la Catedral, cuando desde hacia algunas décadas al inaugurarse el cementerio de San Francisco el 9 de mayo de 1834, se limitaba por razones de higiene el entierro dentro de las Iglesias a los Obispos y algunos nobles. Precisamente Bedoya pronunciaría un sermón elocuente en la bendición del mismo por el Obispo Dámaso Iglesias. 

Fotos de Fervellasberzas en Flickr y Lazariparcero en Panoramio

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