Bandadas de grullas, sobrevolaron el cielo de la parte Berlanga, en la tarde de ayer, 7 de noviembre de 2013. Esas aves zanquilargas ejemplares por lo cohesionadas y lo gregarias y lo bien organizadas que están, y lo bien que aprenden desde su mas tierna infancia a vivir en equipo. Esas aves que todavía trasmiten a nuestras orejas el sonido de la naturaleza, con esos toques de trompeta tan agudos que lanzan al viento para guiar a las que se quedan rezagadas y ya de paso anunciarnos cambios en el clima de las próximas lunas, mientras buscan temperaturas mas llevaderas y sustento en los carrascales de la Extremadura...
Este animal, que llega a España desde las frías tierras del Norte de Europa, no lo hace porque no esté preparado para las bajas temperaturas, sino porque la nieve cubre sus fuentes de alimentación, así que normalmente en octubre emprende el largo camino hacia el sur ibérico. Este año, el otoño benigno ha demorado su viaje hacia la laguna de Gallocanta, o hasta las de Toledo y La Mancha, que son sus principales puntos de encuentro, donde se juntan por decenas de millares. Tampoco van allí buscando agua, como suele decirse, sino la comida de los campos vecinos y para refugiarse con más garantías de jabalíes y zorros, para lo cual no dudan en dormir en el agua donde se exponen menos a sus enemigos.
Grullas en el cielo, carbón en el brasero, dice el refrán, dando fe de la creencia popular de que estas aves barruntan el cambio de tiempo; sin embargo hay otro refrán grullero que nos viene más al pelo y que todavía lo dicen los viejos de nuestros pueblos: A tu tierra, grulla, aunque sea con una pata. Habla este refrán de la querencia del ser humano por su lugar de origen, sobre todo en estos pueblos tan castigados por la emigración.
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