Es de suponer que en alguna de la iglesias demolidas por los marqueses hubiera un órgano, pero el primero del que se tiene constancia es el que se encarga, una vez construida la colegiata al prestigioso organero madrileño Mateo de Ávila, que tendría que estar funcionando para la fiesta del Corpus de 1635. Este artista constructor también hizo los órganos de Almagro, de las catedrales de Sigüenza y Cuenca y de varias iglesias de Madrid. Este de Berlanga debía ser fiel reflejo del que había en el convento del Carmen de la villa y corte. Poco después, en 1644, Juan Ruiz de Robledo, que era prior de la Colegiata, escribió un libro titulado “Lauda de la música eclesiástica”
Era costumbre cantar desde los púlpitos la Pasión durante la semana santa, el Evangelio y la Epístola cuando acudía el obispo revestido con capa manga. El organista acompañaba el canto de la salve solemne, tocaba en “todas y cada una de las horas, misas, oficios y demás funciones que se celebraren en la iglesia, según la constitución y solemnidad del día o fiesta”. Para ausentarse debía solicitar permiso al Cabildo y buscar sustituto. También tenía que dar clase de música a los seis infantes de coro.
En 1778, el Cabildo encarga la reforma total del órgano a los maestros aragoneses Fermín Urresalde y Tomás Sánchez, que prácticamente construyen un órgano nuevo.
En 1851, la colegiata pierde su rango, quedando en simple parroquia, lo cual no impide que el pueblo llano siga llamando siempre a su templo “la colegiata” y no “la ex -colegiata” como pone algún pedante en la página oficial del Ayuntamiento. En esa fecha desparece el Cabildo y comienza el declive de la música sacra en Berlanga. Añadamos a este dato, el de que en 1851 el párroco Vicente Chacón compra un armonio que dejará el órgano reservado a las ocasiones especiales. Hay documentados arreglos o afinados en 1879, 1894, 1899, 1915, 1924, 1930 y 1947. Luego el olvido más absoluto.
Hubo también órgano en el Convento de monjas de la Concepción que funcionó hasta 1960 y que se desmontó al reformarse la iglesia y no se llegó a montar quedando sus restos repartidos entre el Museo diocesano del Burgo y algún trastero del mismo convento. Y también lo hubo en el Convento de San Francisco o de Paredes Albas, del que en 1810 se decía que era pequeño y estaba estropeado y en 1835 que estaba sin uso y totalmente destrozado. Nunca más se supo.
En los pueblos de La Tierra, queda un órgano en la parroquia de San Cipriano y Santa Justina de Arenillas, que es uno de los ejemplares más antiguos de la provincia, construido por Tomás Sánchez, que funcionó hasta 1980. Se encuentra bastante entero y no sería muy complicada su puesta en funcionamiento. El de Barcones también se encuentra en buen estado. La última reparación es de 1951. No tuvo la misma suerte el de Caltojar. En 1964, el párroco, además de vender un cuadro del retablo, desmontó y retiró el órgano que yace desde entonces en alguna sala de la casa parroquial. También ha desaparecido el de Hortezuela, que según los documentos era de pequeñas dimensiones. La última referencia es de un inventario de 1933. Lo mismo pasó en Paones: En 1961 sus restos se dividieron entre el museo diocesano y la colegiata de Berlanga, donde hasta hace poco se amontonaban en unos sacos. Lo había construido Verdalonga en 1793 y era igual que el de la parroquia de Terzaga (Guadalajara)
Todos estos datos están extraidos de la tesis doctoral de José Ignacio Palacios Sanz titulada ORGANOS Y ORGANEROS EN LA PROVINCIA DE SORIA
Supongo que la recuperación de los órganos que todavía tienen salvación, no figura en ninguno de los programas electorales para la renovación de los ayuntamientos, pero sería de justicia de que les tocara el turno alguna vez en el reparto del pastel, con los mismos derechos que los retablos, que se han arreglado con muy buen criterio, o del lagarto, con otro distinto. Al fin y al cabo yo también pienso que la Música es lo único que sabemos de Dios.
ta bueno
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