Los polvos de Azol los utilizaban nuestras madres para curarnos las heridas. Se trataba de un antibiótico tópico cuyo principio activo era la sulfanilamida. Después de limpiar la herida y cubrirla con mercromina, que entonces llamábamos micromina, estos polvos mágicos caían encima del rojo haciendo que se secara y notando al instante una milagrosa mejoría, circunstancia que aprovechábamos para ir a Cal Torero a comprarnos un chicle Bazoka, cuyo sabor no ha sido mejorado todavía por ninguna chuche moderna.
Ambos componentes del decorado infantil de los que nacimos con Bonnie & Clide, han desaparecido de los escaparates junto con otros tesoros como el chicle MAY que venía en láminas y traía cromos de futbol o el chicle Cosmos, que era negro y sabía a regaliz. Todos ellos valían una peseta (que equivale a unos 0,00601012104 insignificantes euros actuales). Continuará...
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