6 de noviembre de 2009

J'entends siffler le train



Es Otoño en Rebollo, epoca de endrinas, otra planta mágica con la que se hace un bebedizo atemperante, dejando que las bayas se maceren en aguardiente anisado.
Han brotado endrinos en las mismas vías del Valladolid- Ariza (que en paz descanse), y escaramujos y majuelos reclaman su postergado dominio en la naturaleza; solo que el tren le sentaría a esta tierra olvidada, mucho mejor que las majuelas. Es mirar hacia el horizonte e imaginarme que viene el tren, chiflando como en la canción.
¡Qué endrinas tan hermosas hay este año!
Y ya, como nos queda a un paso, nos acercamos a la Matilla a beber agua de su fuente tan original y a ver los fresnos centenarios

Hace una mañana de verano. El Duero baja tranquilo. No se oye más que el trino de los pájaros...


Por el camino de REBOLLO sonó esta canción de Caetano Veloso, recordandonos en la lengua de Pessoa, que hay cosas mas importantes que la renta per cápita. La Matilla es un lujo para los sentidos en cualquier época del año; todo un parque natural que en sus reducidas dimensiones guarda un montón de sorpresas. Parece, según cuentan los vecinos y algún documento antiguo, que el bosque se extendía bordeando el Duero, casi hasta Fuente Tovar y que en él cazaban los marqueses de Berlanga y alguna vez los reyes de Castilla.
Aquella frondosidad digna de haber dado cobijo al ilustre Cósimo Piovasco di Rondò (El barón rampante) se cambió por la llanura de regadío, fomentada unos siglos después por esa obra de ingeniería infrautilizada que es el "Canal de Almazán", cuyo final de recorrido está también por estos pagos, que fueron el confín nororiental del Alfoz de Berlanga.
Esta reliquia de La Matilla, guarda el mejor fresno de hoja estrecha de la provincia, una fuente cuyo caño sale del tronco de un árbol, espinos de mas de siete metros, que desplegan sus racimos de majuelas a principios del otoño, zarzamoras, endrinas, bonetes y doncellas, una de las mejores mimbreras de la península, susurro de pájaros y fragancias que despiertan los sentidos. Lástima que hayan prohibido hacer fuego en el campo porque este también era el sitio apropiado para echarse al coleto unas chuletas de cordero del país.
Por la senda que nos acerca hasta el Duero nos encontramos con estas florecillas violetas que llaman quitameriendas (colchicum lusitanicum), anunciando el cambio de estación y la merma de las horas de luz del día.

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