Es un edificio cuadrangular de sillería, de principios del siglo XVIII, aislado, situado frente a la iglesia. Tiene en el frontis los escudos de sus propietarios, las familias Martínez y Aparicio, que no fueron capaces de terminarlo, dejando la planta baja totalmente hueca. En el interior tiene una sobria escalera de piedra de dos tramos. El arquitecto fue Alonso Martínez de Ochoa, el mismo que construyó la iglesia. Parece ser que vino a sustituir a una casona de una sola planta con extensos corrales, donde vivía esta familia de hidalgos dueña de gran hacienda. Tenía esta primitiva mansión blasones en la fachada, y tras la mudanza al palacio nuevo fue conocida como ermita de Santa Gertrudis. No queda de ella ningún rastro esclarecedor.
Con la desaparición de sus moradores, el palacio pasó a manos del Concejo, que se instaló en sus muros, y el amplio espacio restante se dividió entre la fragua y la escuela; quedando sitio para almacenar grano y para jugar al frontón. La despoblación supuso el abandono total del edificio hasta que a finales del los 70 el tejado cedió por dos de sus apoyos y estuvo a punto de venirse abajo. Con la anexión a Berlanga, su ayuntamiento lo puso a subasta y los compradores lo restauraron en los años 90 con muy buen criterio. Abanco es un pueblo con nombre ibero, en medio de un paisaje paradisiaco, con por lo menos dos mil años de ocupación humana, haciendo equilibrios para sobrevivir y en el que uno tiene la sensación de que está todavía todo por hacer.
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