- Abside de San Martín, de Fuentidueña (Segovia) transplantado a Nueva York
"Tras la desamortización, la ermita de San Baudelio de Berlanga, pasó a manos de particulares. Doce fueron los vecinos de Casillas, aldea próxima al lugar, que la adquirieron a finales del siglo XIX y que vendieron sus maravillosas pinturas a un coleccionista americano.
Ocurrió en el año 1922, siendo su repercusión de tal magnitud que tuvo que intervenir el Estado para prohibir su venta. Vendedores y compradores recurrieron y, en 1925, el Tribunal Supremo falló a su favor. El vacío legal en la materia hizo posible esta transacción, aunque también dio pie a la legislación de protección del patrimonio histórico español que se plasmó en la ley de 1933. Pero el caso es que la mayor parte de las fastuosas pinturas que decoraban por entero la ermita partieron a América donde están repartidas en diferentes museos. La ermita quedó expoliada. Sólo algunas partes de difícil acceso se salvaron de la rapiña. Del resto no quedaron más que las huellas, que dan una fantasmal idea de lo que debió de ser aquello, aunque basten para dejarnos con el ánimo en suspenso.
La historia no termina aquí. En 1957 el Museo Metropolitano de Nueva York hizo una extraña oferta al Estado español que fue aceptada de inmediato: cambiar algunas de las pinturas de San Baudelio (las de tema profano) por el ábside del siglo XII de la iglesia de Fuentidueña de Segovia. El intercambio se hizo en calidad de depósito indefinido de ambos patrimonios y sigue en vigor. Las pinturas “cedidas” están ahora expuestas en el Museo del Prado y el ábside románico de Fuentidueña en el Museo de los Claustros de Nueva York." (Extracto de J.E. Libertad digital)
La cabecera y el presbiterio de la iglesia de San Martín de Fuentidueña se llama ahora The Fuentidueña chapel, y sirve de sala de conciertos de música medieval en la sección The Cloisters del Metropolitan Museum of New York. El intercambio incluía además la restauración de la otra iglesia románica del pueblo, la de San Miguel.
Cómo se ve, en aquella época eramos proveedores preferentes de los Estados Unidos. No solo les dejabamos instalar bases militares a discreción, sino que les surtíamos de obras artísticas y arquitectónicas de las que siempre hemos estado sobrados. ¡Total, por cuatro piedras!
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