Nos íbamos a jugar a la plaza y allí encontrábamos ya por lo menos una docena de chicos de nuestra edad, año arriba, año abajo.
Y después de elegir los dos bandos contrincantes por el democrático y equitativo método de echar a pie, nos poníamos a jugar al burro. Los jugadores del equipo que se la quedaba, adoptaban la postura de burro, agachados y poniendo la cabeza entre las piernas del compañero que estaba delante y sujetándose con las manos en las piernas del mismo. El burro que estaba en la cabeza de la fila se apoyaba sobre otro jugador neutral llamado "madre", que estaba de pie apoyado en una pared o sentado en un banco de la plaza.
Entonces los jugadores del equipo contrario iban saltando uno por uno sobre la fila de burros, procurando que los primeros en saltar ocuparan los lugares delanteros para dejar sitio a los que saltarían después. La manera de avisar que se iba a saltar era diciendo en voz alta "churro va". Una vez acoplados todos, el primero en saltar formulaba la pregunta: "¿Churro, media manga o manga entera? tocando, respectivamente, la muñeca, el codo y el hombro, para finalizar señalando una de las partes. El portavoz del equipo "pagador" intentaba adivinar la posición marcada, actuando la "madre" como testigo y juez. Si acertaba se intercambiaban los papeles; si no, se volvía a empezar.
Los jugadores, que eran chicos generalmente, aunque a veces se colaba alguna chica, tenían que quedarse en la posición de caída, sin moverse. Si alguno se caía o tocaba el suelo, su equipo perdía y en el siguiente juego harían de burros. Si era algún burro el que se arringaba por el peso de los de arriba, se repetía el juego.
La crueldad infantil nos llevaba a derivar el peso al burro que se considerase más débil para que doblase las piernas y así disfrutar de innumerables partidas en la posición de privilegio; sin embargo no recuerdo nunca que nadie se fuese llorando a casa o con una brecha en la cabeza (la plaza entonces era de cemento), y además este juego venía muy bien para entrar en calor, contra los rigores del invierno. La posibilidad de acertar la posición de la mano era menor cuando se jugaba la otra variante del juego que era señalar un dedo de la mano empezando por el pulgar y que recibían los sonoros nombres de churro, pico, taina, sardinilla o la pez.
Hace mucho tiempo que no se ve jugar en ninguna parte a este juego. Sospecho que su rudeza lo hace escolásticamente incorrecto, pero a mi, piensen lo que quieran, me parece un juego iniciatico. Más daño hace la play, o las motos...
Foto: Fernando Ballenilla
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