En la primera mitad del XIX se demostró científicamente que el nitrógeno intervenía en el crecimiento de las plantas y que estas podían convertir los nitratos en aminoácidos. Los campesinos, sin necesidad de ninguna demostración científica, ya venían aprovechando el guano de las palomas desde tiempo inmemorial, sin haber reparado en que esta sustancia estaba compuesta mayoritariamente de nitrato de potasio.
Además se empezó a traer de fuera, a principios del siglo XX, el nitrato de sodio, llamado también de Chile por provenir de aquel país, y el nitrato de Calcio o de Noruega, con cuya ayuda se consiguió en ocasiones triplicar la producción de cereal
Un estudiante de arquitectura llamado Adolfo López-Durán , diseño el cartel del Nitrato de Chile, que fue colocado alrededor de 1925, en una campaña publicitaria sin precedentes, en los lugares más estratégicos de miles de pueblos de España y Portugal. El anuncio, que decora todavía las fachadas de algunos pueblos, estaba hecho con azulejos esmaltados, con vocación de perdurar, y lo consiguió a pesar de no haber tenido como el toro de Osborne una ley específica para protegerlo. Sobrevivió también a los poblados salitreros del desierto del norte de Chile, convertidos en pueblos fantasmas, que recientemente han sido declarados por la Unesco, patrimonio de la humanidad.
A fuerza de verlos diariamente, se nos hicieron estos anuncios algo familiar e invisible; tan invisible que no nos dimos cuenta de cuando los fueron eliminando. ¿Dónde fue a parar el de Berlanga?
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