28 de diciembre de 2011

Feliz Saturnalia... digo Navidad.



Mil disculpas a ustedes amables usuarios… me confundo con la festividad navideña y con la Saturnalia. Es que, ustedes saben lo que dice el dicho… “Lo importante no es llegar, sino llegar de primero” de ahí mi confusión. Porque “Casualmente” coinciden en estas fechas la antigua festividad romana con la más reciente celebración de la Natividad.

Las Saturnales (en latín Saturnalia) eran una importante festividad romana. El Sol Invencible (Sol Invictus) era otro de los dioses favoritos, cuyo nacimiento se celebraba el 25 de diciembre. Se las llegó a denominar "fiesta de los esclavos" ya que en las mismas, los esclavos recibían raciones extras, tiempo libre y otras prebendas; eran como Navidad y Carnaval al mismo tiempo. El Cristianismo de la antigüedad tuvo fuertes problemas para acabar con esta fiesta pagana, intentando sustituirla. ¿Adivinen por cual fiesta Cristiana?

Las Saturnales se celebraban en honor al dios Saturno, (La fiesta del triunfo)
 
Se celebraban del 17 al 23 de diciembre en honor a Saturno, Dios de la agricultura, a la luz de velas y antorchas, se celebraba el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz, o nacimiento del Sol Invictus, 25 de diciembre, coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio (solsticio de Invierno).
Probablemente las Saturnales fueran la fiesta de la finalización de los trabajos del campo, celebrada tras la conclusión de la siembra de invierno, cuando el ritmo de las estaciones dejaba a toda la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tiempo para descansar del esfuerzo cotidiano. Cuando las tareas en el campo se terminaban y llegaba la noche más larga, los romanos se relajaban, colgaban la toga en el armario, se vestían de forma informal y se olvidaban por unos días de las reglas que los oprimían durante el resto del año. Todo empezaba en el templo de Saturno, con un estupendo banquete (lectisternium) y al grito multitudinario de “Io, Saturnalia”.
 
Eran siete días de bulliciosas diversiones, banquetes e intercambio de regalos. Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno (en principio el Dios más importante para los romanos hasta Júpiter), al pie de la colina del Capitolio, la zona más sagrada de Roma, seguido de un banquete público al que estaba invitado todo el mundo. Los romanos asociaban a Saturno con el dios prehelénico Crono, que estuvo en activo durante la edad de oro de la tierra. Durante las Saturnales, los esclavos eran frecuentemente liberados de sus obligaciones y sus papeles cambiados con los de sus dueños.

Oficialmente se celebraba el día de la consagración del templo de Saturno en el Foro romano, el 17 de diciembre, con sacrificios y un banquete público festivo. Pero esta fiesta era tan apreciada por el pueblo, que de forma no oficial se festejaba a lo largo de siete días, del 17 al 23 de diciembre. Las autoridades estatales se vieron obligadas a atender a la costumbre popular, visto el fracaso que supuso intentar reducir a 3 ó 5 días de celebraciones. A finales del siglo I, las
vacaciones judiciales se prolongaron definitivamente a cinco días.

En las fiestas Saturnales, los romanos amigos y familiares, se hacían regalos como los que se hacen en la fiesta de la Navidad, ya que la Navidad está basada en las fiestas Saturnales. Estas fiestas estaban dirigidas por un sacerdote, que cambiaba según el dios al que se le daba culto, el sacerdote se elegía en un colegio de sacerdotes...

Pero, como ocurre ahora con la Navidad, también había quien no quería ni oír hablar del tema: Plinio el Joven (63-113) cuenta que se aislaba en unas habitaciones de su Villa Laurentina: “Especialmente durante la Saturnalia, cuando el resto de la casa está ruidosa por la licencia de las fiestas y los gritos de festividad. De esta forma, no obstaculizo los juegos de mi gente y ellos no me molestan en mis estudios”. Cicerón (106 a.C-43 d.C) también se refugiaba en su casa de campo.
Los romanos salían a la calle a bailar y cantar con guirnaldas en el pelo, portando velas encendidas en largas procesiones. La Saturnalia era una ocasión para visitar a los amigos y parientes e intercambiar regalos. Lo tradicional era regalar fruta, nueces, velas de cera de abeja y pequeñas figuritas hechas de terracota
Quizás lo más curioso era el intercambio de roles: los esclavos actuaban como amos y los amos como esclavos. Incluso se les dejaba usar las ropas de su señor. Ese trato era temporal, por supuesto. Petronio (396-455) hablaba de un esclavo imprudente que preguntó en algún momento del año si ya era diciembre.
 
Los hijos también invertían los papeles con sus padres y pasaban a ser los jefes de la casa. Además, cada familia tenía que elegir un Rey de la Saturnalia, o Señor del Desgobierno, que podía ser un niño. Ese “rey de mentira” presidía las fiestas, y se le tenía que hacer caso, por muy extravagantes y absurdas que fuesen sus órdenes. Durante las fiestas se cerraban las escuelas, los tribunales y las tiendas, se paraban las guerras, se liberaba a los esclavos, y los romanos cometían todo tipo de excesos con la bebida y la comida. Era la fiesta de la libertad y la desinhibición, y se organizaban juegos, bacanales, bailes de máscaras y espectáculos desenfrenados que estaban prohibidos el resto del año. Los cristianos utilizaban el término “saturnalia” cuando querían decir orgía.

l final de la Saturnalia, el 25 de diciembre, se celebraba el nacimiento del Sol Natalis Solis Invictis (nacimiento del sol invencible) personificado en el dios Mitra. Aunque el culto a Mitra tenía orígenes persas, se convirtió en la religión dominante en Roma, especialmente entre los soldados. Después del día 25, empezaba el festival de Sigillaria, dedicado, sobre todo, a hacer regalos a los niños: anillos, muñecos de terracota, sellos, tablas de escritura, dados, pequeños objetos, monedas, y, ¡bolsas llenas de canicas! Hay muchos bajorrelieves y documentos que reflejan a los niños romanos jugando a las canicas durante la Saturnalia.

Durante estos días, se decoraban las casas con plantas verdes, se encendían velas para celebrar la vuelta de la luz, y se colgaban figuras de los árboles. Pero no metían árboles dentro de casa. Los romanos sólo adornaban los que estaban plantados en la tierra. La tradición del árbol de Navidad tiene sus orígenes en el siglo XVI.

*Legalización Cristiana*
Hacia la época del Emperador Constantino I (272-337), el cristianismo había avanzado muy poco y Roma era predominantemente pagana. El mitraísmo era la religión dominante y el cristianismo era ilegal. Pero Constantino I cambió las cosas después de tener una visión, antes de una batalla, en el año 312. Se dedicó a favorecer el cristianismo, sin dejar de rendir culto a los dioses paganos de Roma. Por ejemplo, uno de los dioses romanos más populares era el Deus Sol Invictus, y los romanos lo adoraban un día a la semana, el Dies Solis como en inglés, “sunday" = "día del sol”). Constantino, que era sumo sacerdote en el culto a Sol Invictus, decretó que ese día fuese también jornada de descanso y adoración para la los cristianos.

En el año 321, Constantino legalizó el cristianismo, y declaró que el día del “nacimiento del sol invencible”, que se celebraba el 25 de diciembre, debía ser considerado como una nueva fiesta cristiana para celebrar el nacimiento de Cristo. Con estas tácticas, no se alteraba el calendario romano, y las tradiciones paganas se fueron adaptando al cristianismo. En el 350, el papa Julio I reconoció oficialmente el 25 de diciembre como la Fiesta de la Natividad. La Navidad llegó a Egipto hacia el año 432, y a Inglaterra al final del siglo VI. Alcanzó los países nórdicos a finales del siglo VIII. En la actualidad, los cristianos occidentales lo celebran el 25 de diciembre pero los ortodoxos lo hacen el 6 de enero, basándose en las referencias de un académico griego, Clemente de Alejandría, que a su vez escribió sobre otro maestro griego, Basillides, que dijo que Jesucristo nació el 6 de enero. Clemente se refiere a la Fiesta de la Epifanía, que en España se celebra como el Día de los Reyes Magos.

Los primeros estudiosos cristianos, como el teólogo Orígenes (185-253), condenaban la celebración del nacimiento de Cristo “como si fuese un faraón”. Decía que sólo se festejaba el nacimiento de los pecadores y no de los santos. Hoy, algunos grupos fundamentalistas, como los testigos de Jehová, no celebran la Navidad, por su origen pagano. Tampoco los cumpleaños, por cierto. Todavía hoy, muchas culturas celebran el solsticio de invierno. Para los pueblos indígenas, como aimaras, quechuas, rapanui y mapuches, la llegada de estas fechas coincide con la tradición de agradecer por el año anterior y pedir al padre Sol que retorne con mayor fuerza después de su retiro invernal.

La Saturnalia y las fiestas en torno al solsticio de invierno trataban de la familia, la fertilidad, el cambio, la renovación, la protección, el nuevo ciclo. Diciembre siempre has sido una época para la rebelión, la celebración, la esperanza. Sería una buena idea adoptar algunas de esas tradiciones paganas que se han perdido por el camino. Por ejemplo, el intercambio de papeles: con los niños, con los empleados, con los alumnos,...

Frances Bernstein, en su libro Classical Living: Reconnecting with the Rituals of Ancient Rome, dice: “¡Agita las cosas un poco! ¡Haz lo inesperado! Porque estas acciones pequeñas recuerdan el espíritu de la Saturnalia y tienen importancia religiosa, al conectarnos directamente con la Naturaleza”.

Amigo Creyente Lector; hay dos buenas razones para considerar nuestra tradicional celebración de la Navidad como una farsa más de los manipuladores habituales de las masas como lo son la religión y la política:
- Es muy probable que Jesús nunca existió de forma histórica, por lo que toda esta celebración es falsa y sin fundamento.
- La celebración de la fiestas navideñas no es más que un simple copia o adaptación de una fiesta pagana romana en honor al Dios Saturno; y que la religión convirtió convenientemente en una fiesta Cristiana.

Pero amigo lector no me malinterprete. No estoy en contra de celebrar estas fiestas (estoy en contra de los motivos); Creo que cualquier pretexto es bueno para celebrar en familia y compartir regalos, abrazos y buenos deseos. Simplemente debemos tener bien clara la naturaleza de lo que celebramos. Por esta razón le deseo a usted que lee estas líneas que disfrute al máximo estas fiestas; lleguen estos deseos a su familia y seres queridos. Que las personas que han leído algún artículo de este sitio y más aun las que nos siguen y comentan, que tengan unos días de acercamiento y reflexión, y sobre todo de descanso y renovación. Les deseo de corazón lo mejor en estos días de festividades.
 
¡Io Saturnalia! ¡Ave Sol Invictus! ¡Feliz Navidad!... perdón, perdón de nuevo… es la costumbre… ¡Felices Fiestas!

 

4 de diciembre de 2011

Un gobierno en funciones no puede aprobar la ley Sinde

MANIFIESTO.

Ante la previsible aprobación de la polémica “Ley Sinde”, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de Internet seguimos manifestando –como hicimos en el Manifiesto de 2 de Diciembre de 2009- nuestra firme oposición a una norma que incluye modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet.

En principio no parece de recibo que un Gobierno en funciones adopte esta decisión en su último o uno de sus últimos Consejos de Ministros. Sería doblemente grave que se confirmaran las presiones ejercidas por EEUU, a través de su embajada en Madrid, como revelaron los cables de Wikileaks.

En todo caso insistimos en estos razonamientos:

1.- Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.

2.- La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.

3.- La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.

4.- La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.

5.- Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.

6.- Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.

7.- Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.

8.- Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.

9.- Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.

10.- En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

Copia y difunde este manifiesto

29 de noviembre de 2011

Milagro en Berlanga

Historia encontrada en el blog
en un artículo publicado el 19 de julio de 2011

Aunque recuerde un título de película de García Berlanga, lo que voy a contar es historia verdadera. Qué digo, contar; casi revelar, porque esto lo sabe poquísima gente, incluso en la propia Berlanga.

La Colegiata se titula de Nuestra Señora del Mercado. Que no es ningún misterio mariano, sino el mercado o feria que allí delante se celebraba cada año por la Candelaria, del 2 al 9 de febrero, con gran golpe de público.

A la feria de 1587 llegan, entre los feriantes, dos hermanos plateros de Huete (Cuenca), Pedro y Bautista Rodríguez. Algo retrasados venían, porque al Pobre Pedro por el camino le había dado una jaqueca que lo tuvo tres días perdidos, sin poder siquiera abrir el ojo derecho.

El día 9, último de la feria, que cayó en lunes, oyen misa en la colegiata. El doliente debía de parecer un jamelgo de picar toros, pues como buen jaquecoso se había encasquetado un ‘tocador’ que le tapaba el ojo y la parte dolorida.

Les habían hablado de las virtudes de un Santo Cristo nuevo, depositado en la iglesia hacía poco por su dueña, doña María Girón, mujer del Condestable y Duque de Frías don Juan Fernández de Velasco. Era una hermosa talla italiana en marfil, de poco más de un palmo, sobre cruz de ébano.
El ‘Cristo de Lepanto’, le decían. Uno de tantos que para la ocasión bendijo el papa san Pío V. Uno de ellos se guarda en El Escorial, regalo del pontífice a Felipe II. Esto otro se lo había dado Sixto V al Duque en 1585. Y aunque pasaba (y pasa) por haber asistido a la batalla de 1571, blandido por un fraile capuchino en el fragor del combate, lo contrario era más cierto: que no estuvo allí, pues el fraile capellán no fué a Lepanto, sino a Chipre, y además se murió en el viaje. Es lo que me consta por documentos que, una vez más, pulverizan bonitas leyendas.

Este crucifijo pidió ver y tocar el migrañoso, con esperanza de curarse, pues perdido el negocio de Berlanga, todavía les quedaba la superferia de Tendilla, en la Alcarria, que se abría el 24 y duraba un mes, con mucho negocio de paños finos, joyas y plata.

El sacristán de la colegiata le mostró la imagen. Lo que después pasó entre el enfermo y el Cristo figura en un atestado expedido tres días después, a instancias de un clérigo en representación de doña María. Cuya sustancia es, que

“habiendo ido el dicho Pedro Rodríguez platero a le adorar, y habiéndole adorado al dicho santo Crucifijo, y puesta la corona de él en el ojo que tenía enfermo y malo, fue nuestro Señor servido que luego al punto se le quitó la dicha enfermedad y dolencia que tenía, y totalmente quedó y está sano y bueno; y nunca más ha tenido la dicha enfermedad. De lo qual se vio y manifestó clara y distintamente, así porque el dicho Pedro Rodríguez se quitó luego el tocador que tenía puesto en la cabeza, y abrió y cerró y pestañó el ojo, lo qual no podía hazer de antes…”
Aquella instancia tenía por objeto que el Corregidor de la villa, licenciado Garibay Zuazola, ordenase una encuesta pública en forma, “para que conste… y venga a noticia de todos el dicho milagro”. Curioso: la dueña del Santo Cristo pide tal “justicia” al juez nombrado por su marido, de quien dimana el poder señorial –simbolizado aquí por el rollo de Berlanga, el más vistoso de la provincia–.

No menos curiosa la deposición de un fray Antonio Escudero, franciscano, comisario de la bula. El cual como ‘testigo’ (sic) declara bajo juramento:



“Que, el miércoles de la ceniza próximo pasado, este testigo confesó y comulgó al dicho Pedro Rodríguez, y en todo lo que le trató y comunicó en lo espiritual y temporal coligió de él ser un hombre muy honrado y buen cristiano…, y le tiene por persona que piadosamente [no] dejara de decir verdad, especialmente con juramento y en negocio tan grave como este.”
El tal “miércoles pasado” era literalmente “ayer”, la víspera de la declaración. Ese día de penitencia, el padre Comisario bulero andaría ocupadísimo, como un feriante más en su tenderete, voceando sus bulas para que las gentes pudiesen aligerar la abstinencia cuaresmal. Los feriantes a buen seguro no escaparon al celo del religioso, que aparte de colocarles las sendas bulas les invitaría a cumplir con pascua. Los buenos plateros, producida la curación el lunes y citados a declarar, obraron sabiamente acudiendo al fraile a confesarse con él y cumplir con Pascua a cambio de la papeleta correspondiente, y de paso captarían su benevolencia comprándole bula. Fuera de eso, el fraile no conoce a su penitente de nada, y así es bien poco lo que puede ayudar.Las versiones del enfermo curado y de otros dos testigos, con ser tan pocas, tienen el mérito de ser divergentes. Como por lo demás suele ocurrir en estos milagros un poco embarullados. Según Pedro, lo que él hizo fue pasar un rosario por la cabeza del Cristo, y al hacerlo cayó rodando por el suelo la pequeña corona de espinas, que todos buscaron y él mismo, a pesar de su jaqueca, encontró y puso en contacto con el ojo doliente, quitándose el dolor al instante. Y lo que es más extraño, “nunca después acá ha sentido ninguna cosa de la dicha enfermedad”. Es decir, en dos días y medio no le repitió la migraña. Una curación definitiva, lo que vulgarmente se dice.

Divergente es también el sacristán o ‘sagrariero’. Del incidente de la corona caída, lo que a él le importa es que volvió a su lugar en la cabeza del crucifijo, sin mayor protagonismo en la cura milagrosa, que fue obra de la imagen entera. Cada versión responde a las preocupaciones del testigo, como suele ser en estos casos.

Así, sin fiscal ni abogado del diablo ni informe pericial, el corregidor Garibay dio por concluido el expediente. No se llamó a ningún médico que dictaminase sobre el mal y la curación; y para teólogo fue suficiente el fraile bulero. Nos quedamos con la curiosidad, o si se prefiere, con las ganas de saber si Pedro Rodríguez tenía antecedentes de jaqueca, que con tanta presteza se auto diagnosticó.

La jaqueca es una patología epileptoide, tan conocida como inciertas son sus causas, y aleatorios sus remedios. Entre estos, sin embargo, no se contempla el contacto con una corona de espinas, aunque sea la de un santo Cristo. También es sabido que los ataques remiten por sí solos, durando por lo general no más de tres días, y a veces el alivio se produce con rapidez. Fuese jaqueca “de libro”, u otra forma de cefalea seudo-jaquecosa, o en fin, alguna neuralgia facial, no entremos en ello, pues ni pone ni quita mérito al milagro.

En realidad, ni siquiera conocemos el objetivo real de la supuesta averiguación y “justicia” reclamada por la Duquesa. En plan especulativo, recordemos que en 1587 se tramaba la conquista de Inglaterra con aquella gran Armada que pasó a la Historia como ‘la Invencible’. En tal ambiente de entusiasmo religioso prebélico no quedaron sin promocionarse los “Cristos de Lepanto”.

El Cristo milagroso es inútil buscarlo hoy en la Colegiata de Berlanga. Doña María Jesús nada dice de él. Con buen acuerdo, su propietario don Juan, ya viudo de doña María, sopesó el riesgo que corría una pieza tan pequeña, de materiales preciosos como el marfil y el ébano, a riesgo de dejarse la corona, y quién sabe si el bulto todo, entre dedos demasiado devotos. Berlanga se quedó sin milagro.

El Cristo lepantino, o a lo menos elefantino, vino a parar al mismo convento que la sordomuda doña Juliana. En el museo de Santa Clara de Medina podemos verlo, entre el legado artístico de don Juan Fernández de Velasco. Por cierto, sin la corona de espinas. ¿Qué habrá sido de ella?
__________________

[1] Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias. I p., l. 8, cap. 1, 10; ed. J. Pérez de Tudela, BAE, Madrid, Atlas, 1959, 1: 248.

[2] Estrella Figueras Vallés, Fray Tomás de Berlanga. Una vida dedicada a la Fe y la Ciencia. Soria, 2010.

[3] Archivo de Sta. Clara, Medina de Pomar, sig. 01.39 (Berlanga, 12 Febrero 1587).

[4] Ibíd., Perg. 150, 6): Certificación del crucifijo (Roma, 1 Mayo 1586).

24 de noviembre de 2011

Mejor color en la bóveda de San Baudelio

NOTICIA DE SORIATURISMO Y MAS (Angel Almazán)

El monumento se abre mañana (25 de noviembre de 2011) al público con su horario habitual tras permanecer cerrado, excepto los fines de semana y los días 31 de octubre y 1 de noviembre, desde el pasado 5 de octubre, fecha en la que se iniciaron las obras.

El Ministerio de Cultura, a través del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), en colaboración con la Junta de Castilla y León, ha realizado la restauración de las pinturas murales de la ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga, situada en la localidad soriana de Casillas de Berlanga.

Esta actuación contempla la limpieza y consolidación de las pinturas de la bóveda que están afectadas por hongos y humedades que también afectan a la bóveda. El coste de la actuación es de 21.240 euros y tenía un plazo de ejecución de dos meses.

La intervención ha servido para eliminar las manchas producidas por los hongos con una limpieza mecánica y una limpieza hidro-alcohólica con función fungicida deteniendo el riesgo de deterioro. Al mismo tiempo se ha aprovechado para revisar el estado de conservación de las pinturas murales de la nave central y, en los lugares donde existían signos de separación se ha procedido a su consolidación.

Las pinturas que decoran la bóveda de la ermita datan de principios del siglo XII y representan escenas del ciclo de la Natividad, como la Anunciación y la Adoración de los Reyes Magos. Fueron arrancadas en 1964 y reubicadas por el IPCE en una intervención ejecutada en 2001 y 2002.

En el período de enero a octubre de 2011 han visitado el monumento 14.222 personas, 16.462 lo hicieron en 2010 y 74.662 en 2009, coincidiendo con la organización en Soria de la exposición “Paisaje Interior” de Las Edades del Hombre.

La Ermita de San Baudelio fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1917 (R.O. 24-VIII-1917). Actualmente está catalogada como Bien de Interés Cultural Inmueble (BIC) con categoría de Monumento, de acuerdo a las Leyes 16/1985 de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español y 12/2002, de 11 de julio, de Patrimonio Cultural de Castilla y León.

Recomendación de Soriaturismoymas: Guía espiritual y artística de San Baudelio de Berlanga, es el libro idóneo para quienes buscan mucho más de lo que cualquier guía turística del lugar dice.

18 de noviembre de 2011

Madrid - Sigüenza

Artículo publicado en la edición de Madrid del diario El País, el día 16 de marzo de 2008. Su autora es la escritora Clara Sánchez.

Hay otra manera de pasar los días de Semana Santa sin pegarse una paliza en la carretera y correr el riesgo de que haga mal tiempo y uno no pueda salir del apartamento, y es programarse excursiones de un día o dos. Propongo una para la que no se necesita ni coche. Se trata de tomar en la estación de Chamartín el sábado por la mañana, a eso de las diez, el tren medieval que va a Sigüenza. Se reconoce porque en el andén de cercanías en que está situado van y vienen actores con atuendos de época, por lo que nada más poner el pie allí hay que empezar a dejarse llevar por el ambiente y a disfrutar de la sensación de que uno va acercándose a otro mundo. ¿Para qué ir al lejano Orlando para entrar en los mundos inventados de sus parques temáticos cuando aquí podemos trasladarnos a la Edad Media en un tren de verdad? También el paisaje es de verdad y los dulces que reparten durante el trayecto son auténticos, y la representación en que podemos hablar de tú a tú y discutir con personajes históricos como el obispo Bernardo de Agén (que conquistó Sigüenza en 1124) o con doña Blanca de Borbón (cuya trágica existencia da mucha vida a los muros de piedra de Sigüenza), instructiva y entretenida. Y total que cuando nos queremos dar cuenta hemos llegado.

 ¿Para qué ir al lejano Orlando cuando aquí podemos trasladarnos a la Edad Media en un tren?

Sigüenza es de verdad. Sus tejados rojizos destacan en un páramo con manchas de vegetación y donde en invierno se pueden alcanzar los 15 grados bajo cero, lo que hace que esta ciudad sea recia, sólida, de piedra, y al mismo tiempo delicada, con su Doncel, su doña Blanca y sus dulces. De hecho, la guía que nos ha tocado nos cuenta que el empedrado de la plaza Mayor y calles adyacentes no sólo estaba pensado como pavimento sino para que se masajeara la planta de los pies al andar. ¿Se puede esperar mayor refinamiento? Vamos a ver, ¿a qué Ayuntamiento en nuestros días se le ocurriría pensar en los pies de sus ciudadanos? A mí, que me encanta ser turista y que me cuenten cosas, ésta me deja con ganas de preguntar más detalles, pero no quiero ser la típica lista que acapara a la guía. Los viajeros del tren ya sabíamos a qué grupo pertenecíamos cada uno, y los guías nos esperaban a la salida de la estación vestidos en plan medieval, pero de un modo muy natural, con tejidos de entonces, por lo que los guías quedaban estupendamente entre los muros de piedra de las casas y sobre el empedrado, y los turistas como si nos acabasen de teletransportar con nuestros extravagantes atuendos.

La ciudad es magnífica y está impecable y tiene de todo y a lo grande: catedral, universidad del siglo XV (San Antonio de Porta Coeli), castillo, muralla, las puertas de la muralla como la Puerta del Sol llamada así porque por allí entran los primeros rayos de la mañana, y también la Posada del Sol (siglo XVI), iglesias, conventos, la cantidad de monumentos es abrumadora. Domina la piedra con tonalidades rojas sobre el fondo ocre del resto de la pared, que le da una gran belleza. Fuera de la ciudad todavía quedan restos celtibéricos, y dentro, a la Sigüenza medieval, hay que sumarle otra renacentista, introducida por el cardenal Mendoza, a cuyos hijos los llamaba la reina "los bellos pecados del cardenal" (otro detalle delicado); y aún se puede encontrar otra Sigüenza barroca y neoclásica.
 

Precisamente en la misma fachada de la catedral se reúnen varios estilos. Pero preferimos pasar dentro porque es allí donde está el sepulcro del siglo XV de don Martín Vázquez de Arce (El Doncel), cuyo encanto ha traspasado los siglos con gracia y levedad. Su posición es semiyacente y tiene un libro en las manos, con expresión de estar sintiendo muy profundamente lo que lee. Y éste es el enigma que nos lleva a mirarle una y otra vez: ¿qué estará leyendo?, ¿qué le atrapa así? Y en realidad es esta escultura la que le ha hecho famoso porque parece ser que no hubo nada de gran relieve en su vida, a pesar de morir guerreando en Granada a los 25 años. Por entonces ni siquiera se llamaba Doncel. Fue a finales del XIX cuando se le llamó así como definición de su juventud y hermosura. Inmediatamente dan ganas de saber más sobre él y es entonces cuando se impone visitar la casa de su familia.
 
Y después, por una calle muy empinada, subimos al castillo, utilizado hoy como Parador de Turismo, donde nuestra guía nos cuenta la leyenda de Blanca de Borbón, casada con Pedro I el Cruel, que la repudió y la confinó durante cuatro años entre estos muros. Murió muy joven y su fantasma vaga por el castillo. Pobre Blanca.

13 de noviembre de 2011

Mapa de 1781


La Academia de la Historia está digitalizando sus fondos; encomiable labor que afortunadamente cada vez se está extendiendo más entre las instituciones culturales. 
Gracias a este trabajo hemos encontrado un mapa de la diócesis de Sigúenza del año 1781, con muchas curiosidades toponímicas, en el que aparece delimitado el Arciprestazgo de Berlanga que tuvo vigencia hasta la nueva formación de las diócesis españolas tras el concilio Vaticano II. 

Pinchando dentro de la imagen se accede a la página con el mapa en alta resolución.

7 de noviembre de 2011

Sujétame


De la cruz de Martín Sanz, colocada a mil pasos exactos de la muralla nueva en dirección sureste,  dice Juan Manuel Bedoya que "a mitad de camino o paseo entre la villa y convento de Paredes Albas, hay una elevada y hermosa cruz de piedra sobre un pedestal o gradería de lo mismo, que costeo un Martín Sanz, cuyo nombre lleva" sin que nos añada ninguna pista sobre el benefactor ni sobre la fecha de su construcción.


Se trata de una sencilla pero esbelta cruz de término o humilladero, levantada como testimonio de fe o tal vez como agradecimiento por algúna sanación. La cruz que la corona es de tipo patriarcal o de Caravaca.

A raíz de la remodelación del camino que antes fuera calzada romana y cañada real de las merinas, ha quedado este monumento bastante desprotegido y a tenor de que el día menos pensado las aguas que bajan del barranco socaven sus cimientos.

Comentario de petifoque ( 

    Un Martin Sanz era, en 1566, alcalde ordinario de la villa de Berlanga; es decir, la máxima autoridad judicial entre el pueblo llano, ya que los hijosdalgo empadronados dependían de otro alcalde. En tal condición, le cupo instruir la información testifical promovida por el Condestable Iñigo Melchor Fernández de Velasco, para acreditar que dicha villa podía pagar muy bien el encabezamiento de la alcábala (cantidad a repartir entre los pecheros por dicho impuesto sobre ventas, el IVA de aquel tiempo). 
    Las deposiciones de los testigos que he leído, todas de vecinos de otros lugares de la Tierra de Berlanga (es decir, sometidos a la misma jurisdicción, pero que no eran parte del pleito) se mostraron muy favorables al Condestable, porque la villa, decían, era muy populosa (entre 400 y 500 vecinos), rica y de mucho trato, mercadurías y caudales, por lo que estimaban que el Condestable les perdonaba mucho del máximo que podía llegar a percibir (el 10%) de todas las transacciones mercantiles.
       El documento está disponible en el portal PARES (SNAHN, Casa de Frias), pero su caligrafría no es apta para todos los públicos. Pese a todo, la villa planteó pleito ante el Consejo de Castilla, que falló en su contra en 1571. El mismo año en que Martin Sanz era alcalde, aparece otro vecino llamado Miguel Sanz, relacionado con el mismo asunto de las alcábalas.
    Del mismo apellido, hallo entre mis notas a un Alvar Sanz, labrador, natural y vecino de la villa, que en 1610, contando 61 años de edad, depuso testificalmente en la probanza de hidalguía de Francisco de Brizuela para el hábito de Santiago, y no supo firmar.
    Entre 1668 y 1669, un tal Juan de Martin Sanz adquirió numerosas tierras en el término de Berlanga; entre otros a Isabel Romero, Melchor Alcalde, Mateo de Rello, Andres del Fresno, Francisco Alcalde y Catalina de Liceras (marido y mujer), todos vecinos de Berlanga, cuyos contratos notariales conserva el Archivo de los Conde de Salazar. Era, sin duda, un hombre con recursos para costear la cruz, y su apellido compuesto Martin-Sanz, aparece en los censos de Caracena y su tierra desde 1591, en lugares como Pozuelo y La Perera.



L'automne


27 de octubre de 2011

Gracias y desgracias...

Del libro "Gracias y desgracias de Castilla la Vieja" de Ramón Carnicer
Crónica de una visita a Berlanga en el año 1973

Hoy, miércoles, es día de mercado en Berlanga. El taxista de Almazán me deja en la plaza Mayor, abigarrada, graciosa en la pobre irregularidad de sus viviendas de dos plantas, con soportal sostenido por postes de madera. No es un mercado importante; debió de serlo en un ayer difícil de precisar ("Ahora somos mil cuatrocientas personas, la mitad que antes".)Hay a la venta pollos de quince días (dan siete por cien pesetas) y pollas algo mayores (a treinta pesetas cada una). Unos y otras vienen con sus vendedores desde Ciudad Real. Además, objetos de plástico, de un verde o un amarillo triste, sintético; telas y ropas hechas, caramelos, ajos, cebollas, alubias blancas y negras, garbanzos, algo de verdura, peras ("De verdad -me dice la vendedora-, no de esas que ponen en las cámaras").

Son unas peras acaso jugosas, pero con color de patatas viejas, arrugadas e irregulares, dramáticas, como si hubieran luchado encarnizadamente con la naturaleza para llegar a hacerse. Uno de los vendedores de ropa hecha y cosas de punto se queja de que hoy le han cobrado diez duros por el puesto, en lugar de los cinco de otras veces. Menos mal que no limitan el espacio. De todas maneras -me explica- es mucho menos que en Avilés, a cuyo mercado va en ocasiones y donde le hacen pagar veinte duros el metro cuadrado, y muy medido. Este hombre, que vive en Madrid, y otros de estos feriantes ruedan con sus furgonetas por toda España. Dialoga también con él un tendero de la propia plaza Mayor que vende de todo y acaba de recibir una carga de pilones de sal para las vacas de leche. Me extraño, en broma, de que viniendo a competir con su negocio sea amigo de los vendedores trajinantes.
-Bueno, yo ahora tengo tienda, y la más antigua de Berlanga, pero antes vendí también por todas las provincias, y fui músico de jazz; tocaba el trombón.
En esta misma plaza está el ayuntamiento. Se lee en su fachada: "A la memoria del Cid Campeador, primer señor y alcalde de esta villa, la que generosamente acogió a sus hijas en su viaje a Valencia"; es decir, en la noche pasada aquí tras el maltrato de Corpes y la convalecencia en San Esteban de Gormaz.


Desde la plaza voy al cerro donde se alza el que un día fue hermoso castillo. Aun sigue siéndolo en lo que perdura de su fuerte estructura, aligerada por la fina torre del homenaje. Al pie del cerro quedan lienzos y torreones de la muralla antepuesta. Antes de llegar, paso frente a una puerta por donde asoma un cura ensotanado. Trepa pared arriba una parra que me da pretexto para detenerme y ponderar sus muchas ramificaciones. El cura agradece los elogios; pero los fríos, me dice, raramente hacen madurar las uvas. Al anunciarle que voy hacia el castillo, decide acompañarme. Es un clérigo de la vieja escuela, aunque, entre cautelosas condenas de la modernidad, no se decide a confesarlo. Yo lo animo por ese lado y poco a poco se franquea. Uno nunca rehuye el contacto con los curas a la antigua, mas que nada porque son referencias fijas de nuestra comunidad. Quiero decir que acerca de un cura tradicional no hay que molestarse en pensar mucho ni cabe esperar grandes novedades. Son seres de frutos tan previsibles como un peral o una higuera. Y como el ser humano tiene en lo cotidiano, a lo estable, a lo conocido...

Además un cura a la antigua puede servir de contraste ante lo nuevo y de recuerdo de lo que va perdiéndose. En cambio, ¿qué puede esperarse de una cosa tan aburrida como un cura de la nueva ola? Lo malo es que este cura de Berlanga no pertenece del todo a la especie maciza y a extinguir de los curas viejos. Es un pobre hombre que vive aun, a sus cincuenta y tantos años, en la retórica del seminario y dice a cada momento "ambos", "redil", "sagrada cátedra", "caótico y anárquico", "sindéresis", "promiscuidad y concupiscencia"... y para nombrar al obispo dice siempre "Su Ilustrísima". Aprovechando lo de concupiscencia le pregunto si va mucha gente a misa. Me contesta que no, y añade que como sus predecesores dejaban mucho que desear, no es posible hacer mucha fuerza. Llegados a la cumbre del castillo, comentamos un rato la magnífica vista de Berlanga. Después nos acercamos al profundo y pétreo tajo del rio Escalote, a cuyo pie está el parque de la Arboleda.
-A veces, ni en lo más riguroso del verano se sufre el frio de ahí abajo -advierte el cura.
El acceso natural al castillo es una puerta, al pie del cerro, contigua al palacio renacentista de los Tovar, señores de Berlanga, y marqueses de la villa desde los tiempos de Carlos I, título que pronto se uniría al de duque de Frías, procedente de la misma familia. A un miembro de ella, don Íñigo Fernández de Velasco, condestable de Castilla, encomendó el emperador la custodia del Delfín de Francia y de su hermano el duque de Orleans, rehenes después de lo de Pavía, custodia que, una vez muerto, pasaría a su hermano Pedro, también condestable. Aqui estuvieron un tiempo los rehenes. Tenía este palacio un gran patio, jardines y terrazas, fuentes y estatuas; pero todo desapareció a raíz del incendio por los franceses en 1811, salvo la gran fachada entre dos torres. Sobre el dintel de la entrada, donde se halla el escudo de los Tovar, se lee, tomado de los Proverbios: Sapientia aedificabitur domus, et prudentia roborabitur, ironías que a veces se permite la realidad con los propósitos humanos.


Me despedí del cura. En el gran espacio que media entre la fachada y una línea de humildes casas con soportal, se hace ahora el mercado de cerdos de cría. Están metidos los animales en unos cajones y son de dos meses. Llevan en la oreja una contraseña de plástico azul, indicadora de todas sus vacunas y garantías. ("Con cuatro meses de engorde se pone en cien quilos, que son ochenta en canal".) Los cerdos tienen una piel tan sonrosada y están tan limpios que uno piensa en la conveniencia de cambiar el viejo y ofensivo nombre de estos animales.

Junto a los cajones y sus mercantes hay hombres que vienen a observar y a tomar el sol. Me arrimo a dos de ellos, y a mis preguntas que los setecientos vecinos de Berlanga han quedado reducidos a poco más de la mitad, lo cual confirma la cifra de mil cuatrocientos habitantes que me dieron en la plaza. Pero hay mucho ganado: vacas (uno solo de los vecinos tiene cuarenta) y sobre todo ovejas (unas tres mil). Y muchos cerdos también. Existe una cooperativa con treinta mil gallinas, doscientos cerdos y doscientos chotos.
Ante mis exclamaciones objeta uno:
 -Total, nada. Aqui lo que necesitamos es un par de fábricas para que no se vaya la juventud.
 -¿y, de qué han de ser las fábricas?
 -Eso... allá los técnicos. Mire usted, si se monta aquí una fábrica los cinco números de la Guardia Civil que tenemos en Berlanga bastan para contener a la obrería. Calcule usted si sería ahorro, con toda la policía que hay en las ciudades para sujetar a los de las fábricas.

Al parecer ha habido intentos fabriles. Unos de Illueca, por ejemplo, querían poner una fábrica de calzado, pero no traían dinero y la Caja les dijo que no. "Traían solo el talento" rie el que lo cuenta.
 -Y ahí por la parte de Almazán -añade el otro- se presentó un día un catalán para montar una fábrica de tejidos. El proyecto era de ciento veinte millones de pesetas, y el traía veinte, según contaba. El gobierno estaba dispuesto a dar el crédito, pero claro, mandó antes unos economistas. Uno de ellos, ¿te acuerdas, Tomás? era listísimo. Pues bueno, le dijo el economista, muy bien, pero lo primero que ha de salir al ruedo son sus millones, y el Gobierno ha de controlar el asunto. El otro dijo que no, que él quería libertad de acción. Los del Gobierno se cerraron, y no hubo arreglo.
 -¿Y el campo, cómo va?
 -Bien. Ahora, con los fertilizantes, lo sembrado se multiplica por diez, el doble o más que años atrás, cuando parecía que coger diez granos por uno parecía una barbaridad.
 -Más tarde me acerco a un extremo de los soportales, donde un esquilador pela una mula. Después de un rato presenciando la operación, me dice uno de los mirones:
 -¿De ande es el hombre?
Respondo y entro en diálogo con ellos. Al cabo de poco, el esquilador, Juan, el único que queda por estos contornos, me pregunta:
 -A ver, ¿cuanto le parece a usted que cobro por este trabajo?
 -Hombre, depende de lo que tarde.
 -Pongamos una hora.
 -Pies ciento o ciento veinticinco pesetas.
 -¿Lo veis? Sepa usted que cobro cuarenta. Y me canso. Soy viejo ya.
 -¿Viejo tu? ¿Entonces qué seré yo? -dice un hombre muy gordo.
 -¿Cuantos años tiene usted? -pregunta el esquilador a Leoncio, que tal es su nombre.
 -Ochenta y cinco. Conque mira tu si eres joven con setenta y cinco.
En el grupo está también Valentín, herrador, que cobra cinco duros por poner una herradura y trabaja con un veterinario. Dice, respetuoso con las jefaturas:
 -Ellos, los veterinarios saben la teoría; nosotros, la práctica.
A continuación me explica en qué consiste la aguadura, un mal que les entra a las caballerías en la palma y que él sabe curar muy bien con cataplasmas de salvado, agua y vinagre.

Me meto después por una calle donde se ve una bonita casa gótico-renacentista, comprada por un suizo para llevársela a su país, cosa que al fin no le autorizaron. Sigo adelante y pregunto el nombre de esta calle a una mujer.
 -Yo soy de Morales -me contesta
 -Es la calle Real -aclara un transeúnte- Ahora le llaman del General Mola.
Más adelante veo el taller de un cordelero. También es tapicero, me explica, y tiene a la vista, contra una pared, toda la sillería de un bar para renovarle los desgarrados plásticos. Además compra y vende cencerros, braseros, puertas cuarteronas, candiles "y todas las pijadas que se presentan"


Recorro casi todo el pueblo, en su mayoría de casas de adobe, al natural o enlucido, -con ladrillo alguna vez-, y entramado de madera también. Atravieso la bonita puerta de Aguilera, con sus almenas en lo alto, restos de la antigua muralla, y vuelvo a la plaza Mayor. Me siento en uno de los bancos junto a un viejo que hace en el suelo dibujos ilusorios con su bastón; ilusorios porque la plaza está encementada. Enseguida de sentarme entablamos diálogo; la gente de Berlanga es extremadamente comunicativa. El viejo no está conforme con mis elogios del pueblo:
 -No vale nada. Las casas son muy viejas y se hunden: Por eso edifican ahora en las afueras. ¿Ha visto las escuelas?
 -Las están ampliando para traer todos los chicos de alrededor. Algo animará esto. Diez maestros tendremos aquí.
Sigue con sus dibujos.
 -Lo que más vale de Berlanga es la Colegiata. Ya la habrá visto, ¿no?
 -Ahora voy a ir. Pasé dos veces por delante.
 -¡Pero hombre!, hay que verla en seguida. Por cierto, cuando entre, fíjese usted en la piel de ardacho que está colgada junto a la puerta, a mano derecha.
 -¿Ardacho?
 -¡El ardacho es un lagarto, hombre!
 -¿Y qué hace allí esta piel de lagarto?
 -Es la historia más célebre de Berlanga, hombre, y eso que aquí hay mucha historia. Ya veo que usted no es de esta parte. Me pareció por el habla
 -No, no lo soy. ¿Qué historia fue esa?
 -Pues que hubo un tiempo, ¡qué se yo cuándo!, en que un chaval, un pastor, cogio un ardacho, bueno, un lagarto; y dio en cuidarlo y alimentarlo con leche. Lo soltaba a la atardecida, cuando volvía con el ganado, y a la mañana tocaba un pito, un flautín o qué se yo qué y aparecía el ardacho para recibir su alimento, la leche que le presentaba el pastor en una escudilla de madera de las que usábamos antes los labradores para beber vino los días de fiesta. Total, que pasaron los años y el lagarto se hizo muy grande, una cosa nunca vista en estos animales, hasta que el chaval llegó a mozo y tuvo que ir a servir al Rey. Entonces el lagarto, a falta de su protector y de la leche que le daba, dio en la mala cosa de ir al cementerio y, sin respetar el sagrado, desenterraba los muertos y se los comía. El pueblo estaba asustado y no sabían qué hacer. Conque cumple el mozo su servicio, vuelve al pueblo  y al ver el daño que estaba causando, acordó con los vecinos hacerlo caer en un cepo. Así fue, lo mataron y con permiso del señor cura pusieron la piel donde le dije.

La colegiata, del siglo XVI, tiene empaque de catedral. Es obra de la mencionada familia de los Tovar. Antes de hacerla, las diez parroquias de Berlanga las fueron concentrando los marqueses en la de Santa María del Mercado, que convirtieron en colegiata y que luego alzaron, en solo cuatro años, en su planta actual. La proyectó el arquitecto Juan de Rasines, a quien elogiaron grandemente Lampérez y Sabatini. Y con razón. Hay en ella además, buenas tallas, rejas y retablos. Lo malo es el polvo y el abandono, que van dándole, por dentro, un aire tristón y decrépito; porque en el exterior luce mucho la belleza de sus doradas piedras. Recorro el templo y me detengo a la izquierda en la capilla de los Bravo de Lagunas, dos hermanos gemelos, el uno alcaide de Atienza y el otro obispo de Coria. Presidida por un bonitísimo retablo gótico, tiene en su centro el sepulcro y las estatuas yacentes de los gemelos.

Al cabo opuesto, en la capilla de los Cristos, está el sarcófago de Fray Tomás de Berlanga, el hijo más ilustre de este pueblo. Ingresó en la orden de los dominicos en San Esteban de Salamanca y fue uno de los primeros entre los de su orden en llegar a La Española, en 1510. En 1522, siendo prior allá, impuso el hábito dominico a Fray Bartolomé de las Casas, de cuyas ideas en favor de los indios participaba. Antes en 1517, y a este fin, firmó una carta colectiva para Cisneros. En uno de sus viajes a España en 1533, fue presentado a Carlos I y recibió el nombramiento de obispo de Panamá y Tierra Firme. Después, y por encargo del propio emperador, fue al Perú, con objeto de mediar en las disensiones entre Pizarro y Almagro y para indagar al paso sobre las razas y la geografía de aquel territorio. Mas que por todo eso y por su elocuencia como predicador, sería conocido por su curiosidad de naturalista. El fue quien introdujo en América el plátano africano o guineo, llamado un tiempo "dominico" por la orden a que pertenecía, y se dijo que trajo el tomate a España. Pero aun nos importa mas subrayar su descubrimiento de las islas Galápagos, archipiélago del Pacífico, formado por catorce islas mayores y numerosos islotes e islas menores, sorprendentes por sus extrañas formas volcánicas y por la mansedumbre de los animales que las habitaban, islas que durante un tiempo recibieron el nombre de Encantadas.

Pues bien, en 1831, un hombre que estuvo próximo a ser eclesiástico de su religión, Charles Darwin, embarcaba en el Beagle para hacer un viaje alrededor del mundo que habría de durar cinco años. Al emprenderlo, Darwin creía en la inmutabilidad de las especies, pero al retorno estaba convencido de su evolución, cosa que encresparía hasta hace no mucho a los teólogos más rigurosos, porque ello venía a contradecir la interpretación tradicional de algunos versículos del Génesis relativos a la Creación. Lo curioso en relación con Berlanga es que la clave de la nueva teoría fue hallada por Darwin, próximo a cumplirse el cuarto año de su periplo, cuando al encaminarse a la Polinesia, el Beagle vino a parar a Las Galápagos, las islas descubiertas por el fraile exactamente tres siglos antes, en 1535. El aislamiento y la necesidad de sobrevivir habían determinado la evolución de la fauna insular.
Mientras, dispuesto a salir, contemplo el ardacho, aparece el cura.
 -¿Qué le ha parecido la colegiata?
 -Magnífica. Diga usted, ¿es este el ardacho que se alimentaba de cadáveres?
 -Este es el caimán que trajo de las Indias fray Tomás de Berlanga, para dar solaz a sus compatricios con una alimaña jamás vista cabe el Duero, y menos aún cabe el Escalote. El mismo la disecó.
 -¿Y como surgió esa historia del lagarto y el pastor?
 -Esa es una historia falsa, hija de la incultura y de la impiedad. De ambas, la incultura y la impiedad, debemos huir como de Lucifer.
 -De todas maneras, sería interesante saber como se forjó.
 -Con la mentira y con Lucifer no se debe jugar nunca.
 -Ya. Lo malo es que no siempre resulta fácil distinguir la verdad de la mentira.
 -Si, señor. Para eso está la sindéresis.
 -¡Ah, claro! Pues buenos días señor cura. -Dos pasos después me vuelvo para decirle- Se me olvidaba, ¿por donde queda la Yubería, es decir, lo que fue judería de Berlanga? Tengo entendido que fue importante en la Edad Media.
 -Allá por el Mirador de las Montas. -Ahora es el cura quién despues de dar unos pasos se vuelve-: Pero oiga, veo que a usted le interesan las cosas raras y confusas.
 -A veces sí
 -Pues que Dios nuestro señor alumbre sus pasos y le dé paz.

Mientras doy vuelta a la Colegiata por la parte de la torre, pienso en los cuidados del fraile para que su caimán disecado llegara sin daño, primero de Panamá a Sevilla, y luego por tierra, desde Sevilla a Berlanga, allá en 1541, en su último viaje a Europa. Aceptada cuatro años más tarde su renuncia a la diócesis americana, el fraile se instaló en su pueblo, donde murió en 1551. En otro muro de la colegiata, pasada la torre, veo sobre un dintel este letrero, nunca visto por mi en España: "Iglesia de asilo", vieja inmunidad que en estos últimos años parece renacer. Cuando este cartel se puso aquí, las autoridades civiles no podían prender a los reos acogidos a la colegiata. Tiempo hubo en que la inmunidad alcanzaba a todas las iglesias y conventos, y como ciudades y villas estaban llenos de ellos, ofrecían un seguro ideal para los injustamente perseguidos, y también para los criminales manifiestos y para los comerciantes en quiebra. Y no solo esto, sino que se hacía contrabando en los templos, a favor de tal asilo y de la amenaza de entredicho, excomunión y otras penas con que eran castigados los trasgresores de la inmunidad.


A la hora de comer me meto en el figón La Pajarita, y aun doy después una vuelta por las antiguas calles. En una de ellas, la de la Iglesia, me encuentro con Inocente Rodríguez. Está medio tullido de las piernas. ("Por la pleura y la reuma, de cuando hicimos la traída de aguas, va para cuatro años. Sesenta y cinco tengo ahora.") Arrimado a la pared y con los bastones a un lado, está afilando unos cuchillos en la ventana de una casa próxima a la suya. Mañana harán la matanza. Me habla Inocente de un libro que tenía con toda la historia de Berlanga:
 -Todo se explicaba allí. Pero lo presté y no me lo devolvieron. Era un libro que no se pagaba con nada.
Con otras ponderaciones tan reverenciales hacia los libros como las oídas en Robledo de Corpes, recuerda Inocente los pasos e imágenes de la Pasión que, según el libro, habían hecho famosas las procesiones de Berlanga:
 -Se guardaban en la ermita de la Soledad, y ya no existen. Los quemaron los franceses. ¿Y sabe usted por qué? Para dar fuego a las calderas donde cocían los ranchos. ¡Qué le parece!

Inocente Rodríguez, a más de albañil, fue en su día enterrador y campanero. Tras la recapitulación nostálgica de sus profesiones, dice cuando me despido:
 -Ahora soy un pobre desgraciado
 -Todos lo somos -contesto para animarlo.
Al acabar la calle de la Iglesia me vuelvo hacia atrás y veo, apoyado en la pared, al pobre Inocente, que, correspondiendo a mi saludo, alza con enorme tristeza uno de los bastones.

Después, en un taxi, voy al Burgo de Osma. Lo conduce un joven yeyé, una especie de Adonis rural, el hijo del taxista Periquín. Él y sus amigos van a divertirse a Almazán, El Burgo y Soria, pero sobre todo a Aranda de Duero. Atravesamos amplias zonas de pinares, de algunos de los cuales penden nidales de madera de distintos colores colocados por el Servicio de plagas forestales. Tras mil estériles luchas contra los insectos nocivos, han optado los técnicos por proteger ciertas aves insectívoras, con buen resultado, al parecer.

17 de octubre de 2011

Puntualizaciones sobre el Trabuco


En febrero de este 2011, pusimos en el blog un artículo encontrado en una revista de 1935 que hablaba sobre el Trabuco, personaje berlangués de principios del pasado siglo, del que circulan todavía un sinfín de anécdotas, que lo convierten, casi todas ellas, en un hombre poco convencional, amigo del riesgo y de la aventura, y que tuvo por todo ello un desgraciado final.
El artículo en cuestión (al cual pueden enlazar pinchando AQUI) relaciona unas cuantas aventuras y desventuras del personaje, remitiendo al final del mismo a una segunda parte, que no fuimos capaces de encontrar.
Hace unas semanas recibimos por parte de un familiar un escrito de replica, poniendo las cosas en su sitio y explicando las falsedades que divulgaba el dicho artículo de la Revista Crónica, del año 1935, la cual, después de revisados unos cuantos ejemplares, podemos decir que adolecía de una absoluta falta de rigor y de una clara tendencia al amarillismo.
Pusimos el artículo en el blog con el único ánimo etnológico o cultural con el que hemos puesto otros parecidos, sin segundas intenciones, ya que sabemos que hay descendientes de esta persona que merecen todo el respeto por nuestra parte. Y esperabamos como esperamos siempre, y asi ha sido en esta ocasión, que los que saben más que nosotros, cosa harto sencilla, pongan la información que falta para tener la panorámica completa.

Muchas gracias por tanto, a este nieto del Tio Trabuco y aqui tienen completo su escrito de puntualización:

PRIMERO: EL TITULO DE CABECERA QUE EL CRONÍSTA LE DIO A ESTA HISTORIA YA ESTA FUERA DE SITIO AL COMPARAR Y PONER A UN HOMBRE HONRADO AL MISMO NIVEL QUE A LOS AUNTÉNTICOS BANDOLEROS DE LA ÉPOCA.
 
No fue un bandolero Enrique García Hernando, ni fue un pobre hombre, ni fue un hombre temido en la provincia de Soria, y mucho menos un malhechor, y sobre el mito del coco, ni la familia ni nadie del pueblo jamás me han contado que las madres dijeran a los hijos que viene el Trabuco.

Este cronista cogió la parte más rocambolesca y exagerada de esta historia, como suelen hacer algunos periodistas, historiadores o cronistas que no son rigurosos con sus publicaciones. Y si a ese periodista Mario Alegría, de la revista CRÓNICA Año VII. Número 302. 25 de agosto de 1935 le contó el relato el Sr. Ángel, le vuelvo a repetir como le dije en el anterior escrito, que esta persona contaba las cosas con gran dosis de socarronería. (Astucia o disimulo acompañado de burla encubierta).

En cuanto a que el Sr. Ángel fue protector desinteresado de la familia, como podrán ver más adelante ni fue desinteresado ni fue interesado de esta familia, La Sr. Martina tenía una buena relación con toda la familia ascendente del Sr. Ángel, igual que la tenía con otras familias del pueblo, como tenderos banqueros etc., que no viene al caso relacionar en esta historia.

SEGUNDO: DE ENRIQUE GARCÍA HERNANDO A EL TRABUCO

En este apartado si relata la verdad en cuanto que era un hombre fuerte, robusto, trabajador, honrado, servicial y todo lo demás que enumeran en esos párrafos. No puede estar esta historia más lejos de la realidad con los adjetivos que le atribuye el cronista, da a entender como si hubiese sido una cosa similar a "Curro Jiménez", nada más lejos de la realidad.

No le hacía falta cometer nada de lo que indican, pues era una casa de labradores en una buena posición en aquellos tiempos, poseían tres yuntas para las labores del campo, una de vacas/bueyes y dos de machos, más un burro, vacas lecheras y un rebaño de ovejas de los más grandes que existían por aquellos años, además de una gran bodega por la cantidad de viñas que poseían, o sea que tenían un buen patrimonio y saneado. Patrimonio que tenía las raíces en la Madre de Felipa, (Martina "la Polla").

La tal Martina "la Polla" esposa de Santiago Ramón, tuvieron dos hijos, Felipa y Valentín, era una familia de un bienestar de los más altos del pueblo, miren la situación que tenían, por aquel entonces se podía pagar para que un mozo no fuera a la mili (la mili eran 3 años) y el propio ayuntamiento tenía una lista de voluntarios para enviarlos a cambio del que pagaba, y la Martina pago 3.000 reales para que Valentín su hijo quedara libre del servicio militar, tenían lo narrado en el párrafo anterior y para hacer todas las tareas del campo y ganadería tenían varios criados (hoy obreros), Santiago el marido no podía realizar los trabajos del campo porque tenía las piernas llenas de ulceras (entonces llagas) y andaba con muletas y Valentín el hijo que no era su fuerte el trabajo del campo, solo hacía que dar las ordenes y supervisar lo que le decía su padre, Santiago, daban mucho trabajo a los del pueblo y tenía una bondad exagerada.

Martina, cuando veía algún niño con las alpargatas o la ropa rotas, lo cogía se lo llevaba a la tienda de M. P. y lo vestía, y le decía, ve y dile a tu madre que la Sra. Martina te lo ha regalado. Como bien dicen la Martina estaba encantada con el hombre (Enrique) que

le había correspondido a su hija y le hacía feliz, porque era un hombre responsable y trabajador y convertido en cabeza de familia como bien dicen en su crónica, se hizo cargo de toda la faena que había en aquella casa acrecentando el patrimonio gracias a su trabajo. Pasados unos años, Valentín vio la ocasión con su cuñado Enrique de desentenderse de las tareas del campo, sabiendo que su cuñado era capaz de llevar todo además de trabajar, aprovecho la ocasión y se fue a Barcelona. (±1916). (Como digo anteriormente no le gustaba el campo).

Las críticas falsas e intencionadas hacia el Trabuco, provenían de los del pueblo y pueblos colindantes a Berlanga que sabiendo en la situación de abandono del cabeza de familia que tenían en esa casa, querían aprovecharse de la situación, como: metiéndose en las tierras, en el tiempo de la siega segándoles por la parte del lindero los cereales que pegaban a ellos, sustrayéndoles corderos, etc. etc. pero Enrique aunque estaba mal de la cabeza vigilaba sus propiedades y cuando veía alguna cosa de estas les salía al encuentro y más de uno se las vio en apuros con él, (como era un hombre corpulento y fuerte tenían siempre las de perder) estos cuando contaban estos hechos lo contaban a su manera, no decían que motivos se produjeron para que Enrique se enfrentara a ellos. Y de ahí nacen muchas de las historias cambiadas ya que Enrique no estaba presente para contradecir lo que ellos contaban, y esos dichos se propagaban y quedan como que habían ocurrido.

Y como bien dicen en un párrafo, los convecinos de Enrique no tenían palabras más que para elogiarle, era una gran persona, muy tolerante, trabajador incesante, incansable y benevolente, persona que ayudó en aquella época a mucha gente.

También tengo que decir que las envidias aprovechan estas situaciones y toman venganzas cobardes, como por ejemplo; le prendieron fuego a uno de los corrales que tenía en el campo con las ovejas dentro, muchos del pueblo sabían quien fue, pero ahí se quedo porque nadie fue a la familia a decirle yo he visto al que le ha prendido fuego al corral.

TERCERO: DE TRABAJADOR INCANSABLE A BANDIDO.

Cuenta el cronista que un día se le vio entrar en la taberna, cosa insospechada en él, y que lo convencieron a fin de proponerle un negocio de la patata temprana, y que frecuentaba la taberna con sus compinches y se alejaba cada vez más de la faena, etc. etc., y que le salió mal el negocio. Todo ese párrafo es una invención y una mentira. Lo primero que Enrique no bebía más que en las comidas y poco, a pesar de que tenían en casa una gran bodega. La causa que le llevo a la situación de esta historia fue que se murió la mujer (Felipa) a la edad de 42 años, fue un hombre que estaba completamente enamorado de su mujer, y él empezó yéndose a dormir todos los días al cementerio después de venir de trabajar, se acostaban todos y él cogía una manta y se iba al cementerio a dormir con su mujer, por la mañana volvía a casa y emprendía las tareas del campo, en esta situación estuvo cosa de un año, empezó a estropearse de la cabeza, hoy dirían que cogió una depresión, en aquella época lo trataron como locura.

O sea que sí se conocen las causan que le impulsaron al cambio de vida que tomo con relación a la que llevaba. Cuando se produjo esta situación el año 1928/29 dejo la casa como bien dicen con 6 hijos, 3 hijas y 3 hijos y el primogénito no es el Quirico como dice la crónica

Cronológicamente los 6 hermanos son; la 1ª hija Marcela (con 25 años la única casada), el 2º hijo Quirico (con una edad 22 años), la 3ª hija Julia (con 18 años), El 4ª hijo Hipólito (con 13 años), el 5º hijo Eloy (con 12 años) y la 6ª hija Araceli (con 7 años). Por lo que el dato que dan de dos hijas casadas no es cierto, y que estaban en Barcelona tampoco, el primero que se fue a Barcelona fue el 4º hijo, este sí que estaba en Barcelona cuando escribieron la crónica, se fue a casa de su tío Valentín, hermano de su madre Felipa que se fue a Barcelona allá por el año ±1916.

Tengo conocimiento de que si cometió alguna fechoría pasado un tiempo, esto paso cuando se fue alejando del pueblo hasta ir a parar a la parte de Burgos, porque al principio lo que necesitaba lo cogía de casa y de la huerta que tenían.

A partir de ahí y con las dos detenciones que había sufrido se fue para la parte de Burgos donde fue nuevamente detenido e ingresado en una casa de socorro que es donde murió, hecho que nunca comunicaron a la familia.

CUARTO: POR NO MATAR A LA ABUELA

En cuanto a lo que narran en este apartado y que dicen que son:

A/ Que cuantas veces ha sido detenido ha hecho la misma declaración, no tengo conocimiento de ello, pero sí es verdad sería fruto de la situación que se encontraba Enrique.

B/ Que entretanto la abuela Martina acogió a los nietos y enterró a la hija, víctima de los sufrimientos:

1/que acogió a los nietos cuando se produjo la muerte de su hija Felipa, eso sí es verdad.

2/que en esos años que Enrique era detenido enterró a la hija Felipa no es verdad, como ya explico en el tercer punto se produjo el abandono por la muerte de la mujer, con lo cual cuando él era detenido ella no existía, por lo que este párrafo es otra invención.

C/ Y sobre los dichos, la mayoría son invenciones, no fue hombre de tener armas en casa.

QUINTO: MATAME YA DE UNA VEZ

No tengo conocimiento de si se produjo este hecho con Quirico, pero me comenta mi informador que es persona que vivió esta historia en sus propias carnes, que la relación de Enrique con Quirico no eran las adecuadas entre padre e hijo, a pesar de que su padre lo tenía en gran estima porque Quirico padecía un defecto en un pie desde su nacimiento (era cojo) y nunca trabajó en el campo, y cuando tuvo la edad que en aquel tiempo exigieran se metió de alguacil en el ayuntamiento, tampoco recuerda si en esa época ya estaba en dicho cometido. Yo lo conocí de alguacil y pregonero del pueblo.

Miren en que estima tenían a Enrique en el pueblo, que cuando lo detuvieron lo llevaban por la noche a su casa a dormir y por la mañana lo volvían a la cárcel.

MOTE: "TRABUCO"

Saben que los motes a las personas viene por cualquier tipo de cosa o defecto que pase a una persona y sobre todo en los pueblos. El mote de Trabuco vino porque cuando era jovencito fue en los años que se hizo la vía férrea de Ariza a Valladolid que pasa por Berlanga y en el tiempo que en casa de sus padres no tenían quehaceres del campo, se fue a trabajar de pinche a esta obra de la vía.

Para echar la piedra en la vía utilizaban unos cestos planos que también los utilizaban los camineros en las carreteras, estos cestos planos tenían un nombre raro (que no han sabido decirme) también utilizaban botijos, que los llamaban "búcaros" y él como pinche estaba para acercarles tanto el botijo como los cestos, y uno de estos dos elementos no sabía pronunciarlo el nombre y lo llamaba "Trabuco", con lo cual, los obreros muchos también del pueblo cuando se lo pedían le decían “tráeme el "Trabuco" y de ahí quedo el mote para la historia.

Informadores

Para su conocimiento le diré que soy uno de los nietos de Enrique de los 9 que actualmente estamos vivos y que tengo 65 años. Yo no lo conocí pero siempre me interesó esta historia que me contaron mi familia y gente mayor del pueblo y siempre les decía que me contaran lo bueno y lo malo que hubiese podido pasar. Toda mi información ha sido consultada y contrastada con otro nieto que en estos momentos tiene 83 años que vivió aquella época y en casa del abuelo Enrique.

Por lo que les rogaría que hagan desaparecer de la Web todo aquello que principalmente son calumnias y no lo tengan bien documentado.


F. Núñez García y M. Muñoz García.