Se acababa de estrenar el año 1911 y en aquellos primeros días de enero, Berlanga sufría, además de una crisis económica, los rigores del crudo invierno, acentuados por la escasez de leña, ya que el Ayuntamiento había concedido a la Compañía resinera el aprovechamiento integro de los dos montes públicos del municipio.
España se encontraba en una de las cortas etapas presuntamente democráticas, con Canalejas en el gobierno y Alfonso XIII como rey y principal pilar del caciquismo. Canalejas era un hombre decente cargado de buenas intenciones que intentó reformar el país, consiguiendo que lo asesinaran dos años más tarde. Los portugueses habían acabado con la monarquía y en Méjico comenzaba la insurrección campesina de Emiliano Zapata.
El lunes 16, con los ánimos muy calientes a pesar del frío, entre trescientos y quinientos berlangueses, según las fuentes, incluidos mozos en edad escolar y algunas mujeres, salieron provistos de sus hachos hacia el monte de la Mata con la intención de proveerse de madera para sus hogares. Nada pudo hacer por controlar el motín la escasa dotación del cuartelillo de la Guardia civil. Los leñadores consiguieron talar unos millares de pinos de los que no estaban sangrados para la resina. El alcalde Don Hilarión Alfonso pidió ayuda al Gobernador Civil y este le mandó una cincuentena de guardias de los destacamentos del Burgo, Almazán y Soria capital; aun así la gente continuó cortando leña, como era de justicia aunque fuera ilegal.
El martes 17 se manifestaron en la plaza Mayor de la villa unos mil quinientos berlangueses gritando consignas contra la resinera y exigiendo la rescisión del contrato que les privaba de un bien comunal y la derogación de las leyes injustas que lo permitían.