4 de septiembre de 2023

Viaje al fin del mundo. Galápagos

En su origen, las islas debieron ser simples formaciones de granito y lava, pero con el transcurso de millones de años, la erosión y el viento fueron proporcionando la tierra en que habían de asentarse la flora y la fauna llegados del continente. Resulta interesante  constatar que, hasta el arribo del ser humano, el archipiélago estuvo poblado únicamente por aves, insectos y reptiles, sin que se diera la presencia de un solo mamífero. Las focas lo son, desde luego, pero a estas se las puede considerar más habitantes del mar que de la isla en sí.

Durante millones de años, las islas fueron transformándose y evolucionando así, muy lentamente, lejanas e ignoradas, hasta que en el siglo XVI un grupo de españoles las encontró en su camino

Quiere la leyenda que, años antes, un inca peruano la visitó en una balsa; pero eso resulta bastante difícil de creer teniendo en cuenta los escasos conocimientos náuticos de los incas. Pudieron llegar arrastrados por la Corriente de Humboldt, pero lo que no podrían, de modo alguno, es regresar por el mismo camino.

Históricamente fue fray Tomás de Berlanga, obispo de Castilla de Oro, al que el rey mandara a resolver las disputas entre Pizarro y Almagro, el que descubrió las islas. Había partido de Panamá rumbo al Perú en 1535, cuando una calma chica lo dejó totalmente a merced de una gran corriente que lo hacía peligrar peligrosamente hacia el Oeste, hacia el interior de un Mar del Sur que era, por aquel entonces, un terrible océano desconocido y misterioso

Pasaron los días y cuando, al fin, acuciados por la sed, los marineros se creían irremisiblemente perdidos, arribaron a una extraña isla que, en un principio creyeron poblada por caníbales. Pronto descubrieron que se hallaba totalmente deshabitada.

Tras esa primera isla en la que no encontraron agua -tuvieron que limitarse a beber la que extrajeron de los cactos-, probablemente La Española, distinguieron a lo lejos otra mayor. Dirigiéndose a ella fue como el obispo Berlanga descubrió el archipiélago. Fray Tomás se alejó de ellas sin bautizarlas, cosa extraña en un religioso español de aquellos tiempos, acostumbrados a darle un nombre a todo un Nuevo Mundo. Al regresar a lugar seguro, escribió al rey notificándole haber hallado en su camino ...una tierra donde parecía que Dios hubiera derramado piedras sobre ella y en la que abundaban iguanas gigantescas, monstruosas tortugas y animales desconocidos, de tal modo que creían haber llegado a un lugar embrujado.

Once años mas tarde, el también español Diego de Rivadeneira volvió a encontrarlas en su camino cuando se dirigía desde el Sur a Centroamérica. A partir de entonces parecieron hundirse en el olvido, hasta el punto de que llegó a dudarse de su existencia. Cuantas veces se intentó buscarlas no se las pudo hallar. Por todo ello, y por estar pobladas por extraños animales de los que se hacían fantásticos relatos, pasaron poco a poco a convertirse en leyenda, hasta el punto de que se las conoció por el sobrenombre de "Islas Encantadas", título que a menudo se impone al de Galápagos o Archipiélago Colón.

A finales del siguiente siglo, comenzaron a ser visitadas por piratas y balleneros, pero tuvieron que pasar tres siglos para que, al fin, el presidente Flores, que gobernaba la naciente República del Ecuador se decidiera a enviar al prefecto de Guayas, Olmedo, a dar nombre definitivo y tomar posesión oficial de las islas.

Alberto Vázquez-Figueroa. Viaje al fin del mundo, Galápagos (1972), un maravilloso libro de viajes, que se lee con la fruición de la mejor de las novelas.