24 de febrero de 2015

Un puente que une a Andaluz con su historia

Noticia del Diario de Soria:
Toño Carrillo 23/02/2015
El puente de Andaluz sigue su paulatino deterioro ante la indignación de sus vecinos, que han decidido remover cielo y tierra para consolidar una estructura que resume como pocas su historia. Su iglesia románica porticada de San Miguel les representa en toda guía de este estilo artístico que se precie. Los arcos del puente les recuerdan, no obstante, que fueron tierra de frontera, paso obligado en el medievo, columna vertebral de la economía de la Mesta y, en definitiva, un pueblo al que el Duero da su carácter. No obstante, lo que nueve siglos de uso no lograron romper, la última década lo ha dejado en peligro. 
El puente medieval de Andaluz posiblemente se asienta sobre una base romana. Hay restos comprobados de que el Imperio también se asentó por estas tierras y el cañón de Andaluz constituye el paso natural entre asentamientos comprobados como Tiermes, Las Cuevas, Numancia y Augustóbriga. Su base, en la que se aprecia el magistral uso de la madera respaldan esta teoría. «Es que bajo el agua no se pudre ¡Cómo construían los romanos!», se maravillan todavía los vecinos como Enrique Bravo.
Sobre la estructura, muy probablemente en el siglo XII, se levantó la construcción actual que se reformaría por última vez en el XVIII. «Esto era tierra de frontera entre moros y cristianos y nadie quería venirse a repoblar esto», apunta Rosa Mari, una vecina con una memoria enciclopédica. «Así que el Rey dijo que a los que se instalasen les darían privilegios y por eso Andaluz es el pueblo con el Fuero más antiguo de la provincia. Nos lo dio Alfonso VI en 1089», presume con la historia en la mano.
También recuerda, y aquí por propia experiencia, épocas de esplendor del puente. «Mi padre nos llamaba. ¡Qué vienen las merinas, que vienen las merinas! Y bajábamos corriendo a ver las ovejas de la trashumancia». Hoy, en plena Cañada Real, dos ‘quitamiedos’ de carretera cortan el paso y apenas podrían pasar de una en una. «Mira si no podrían poner cuatro mojones de piedra en vez de esto, que es feísimo», lamenta.
Antes de todo esto, se cree que Almanzor -herido grave en Calatañazor, fallecido en Bordecorex y supuestamente enterrado en Medinaceli- había pasado por allí con un hilo de vida en su huida. Murió en el año 1002, en el siglo XI, lo que apuntaría que antes del puente actual hubo otro. «Pero es que no tenía otro sitio por el que pasar. Esto es ruta de Calatañazor, Cañada Real Galiana y el cañón de Andaluz es lo que permite el paso a esta zona», resaltan de su importancia. «Y Red Natura».
También se cree que la Posada Real de Tajueco, en la que pernoctaron los Reyes Católicos -su presencia en Almazán está más que comprobada- o Carlos V, hizo que tan ilustres visitantes tuviesen que pasar sobre su estructura.
Durante la época de la Mesta, de hecho, era paso obligado y tenía su propio peaje. Una ‘autopista’ de su época que daba vitalidad al pueblo y desde la que aún se ven pescadores que aprovechan las aguas del Duero, aunque ya sin cangrejo autóctono y con más barbos que truchas. Pero la Mesta decayó y el puente se quedó, ‘simplemente’, como una vía de comunicación entre vecinos. Llegaron los automóviles y le restaron uso en sus desplazamientos, aunque no por ello el cariño y los paseos.
Hasta los años 80 del pasado siglo «lo manteníamos los propios vecinos. Si se caía un árbol, lo subíamos con cuerdas y los partíamos. Pero ahora no se puede hacer nada porque con la CHD nos acabarían multando». La construcción de un moderno puente de hormigón a escasos metros les comunicó mejor, pero también acarreó problemas. «Todo esto se está sedimentando. Esta isla antes no estaba y avanza año tras año hacia el puente medieval», apuntan señalando a una porción de tierra, ya arbolada, que parte el Duero en dos brazos y que está a menos de diez metros de tocar los sillares.
«Si nos dejasen...» repiten una y otra vez los vecinos, dispuestos a mojarse, en el sentido literal, para limpiar la vegetación que va taponando los ojos y recuperar los sillares del lecho. «Pero desde que se repartieron las competencias no podemos hacer nada».
En 2010, un árbol desprendido golpeó con fuerza el puente, en cuyas rendijas la vegetación se hacía fuerte, y tiró algunas piedra. La situación se sigue repitiendo. «Se taponan los ojos y eso hace mucha presión. Pasa de ser un puente a ser una presa», apunta Bravo.

Otros recuerdan que en el medievo, antes de cada extremo del puente se había dejado hondonadas para que en caso de crecida el agua lo circundase. «Cuando se hizo el puente nuevo se rellenó con lo que había sobrado del movimiento de tierras. Hasta se movió la lápida» -señalan hacia la carretera- «que había de una vecina que murió en una riada».
Hoy, el único paso natural del agua de río Duero es el puente y tres árboles comienzan a taponarlo de nuevo y a crear tensiones tanto en la estructura como en los vecinos. «Ni siquiera sabemos de quién es para poder pedir los permisos», lamentan, confiando en que las instituciones cumplan con su labor. Aunque en el fondo, la titularidad moral, social e histórica saben que es de los descendientes de aquellos valientes que hace casi un milenio dijeron ‘sí’ al Rey y dieron la vida a Andaluz.

16 de febrero de 2015

El marqués de La Serna.

En la entrada anterior, en la que hablabamos del palacio de la calle Real, decíamos que los marqueses de González de Castejón de Agreda, que así de rimbombante era su título, eran también dueños de la finca de La Serna, a unos 2.500 metros al poniente de la villa de Berlanga, junto al rio Talegones, en término de Aguilera.
Esta propiedad la habían heredado de Maria de los Dolores Garcés de Marcilla y Heredia, a quién en 1860 la reina Isabel II le concedió el título de Marquesa de La Serna, no se sabe bien si por méritos propios o por haberse casado dos años antes, en segundas nupcias, con el General Messina, militar y político de mucho prestigio en la época.

Este General Messina, marqués de La Serna, a quien muchos de nosotros oímos nombrar de pequeños, había sido diputado por Barcelona, aunque era madrileño, fue gobernador de Puerto Rico desde 1862 a 1865 y allí se conserva su memoria en un puente de hierro en el lugar de Bayamo que lleva el nombre de Puente del Marqués de La Serna. Vuelto a España, fue senador por la provincia de Puerto Rico y después vitalicio hasta la fecha de su muerte en 1872. Ocupó también de manera interina la cartera de Ministro de la Guerra durante un breve periodo.
Estos fueron los primeros marqueses de la Serna, que tenían como mandaban los cánones, casa-palacio en Berlanga, que también fue pasto de las llamas el 5 de marzo del año 1882. No sabemos dónde se encontraba la casa en cuestión, pero seguro que algún lector lo sabe:
El hecho de no tener descendientes directos hizo que nadie heredara el marquesado de La Serna. Al no hacerse cargo nadie de abonar los derechos de sucesión correspondientes, el Ministerio de Hacienda anuló el título en 1876. 
En 1958 los señores Maria de la O Bordiu Bascarán y Javier Bordiu Prat Garcés de Marcilla solicitaron la rehabilitación del título alegando parentesco como así parece indicar el apellido de este último. Desconocemos el desenlace de esta historia ya que en la web de la diputacion de la grandeza no aparece el marquesado

6 de febrero de 2015

El palacio


No nos habíamos ocupado todavía en este blog de otro de los palacios suntuosos que tanto proliferaron en los buenos tiempos. Este de la Calle Real era uno de los más lujosos, a un paso de la plaza Mayor y con portón a la calle del Matadero Viejo. Fue propiedad de los Condes de Castejón de Agreda, dueños también de otro palacio y hacienda en El Batán y de la Finca de La Serna.
Ignacio González de Castejón y Francisca Garcés de Marcilla fueron los últimos moradores. El conde hasta su fallecimiento en 1928, por lo que no pudo asistir a su dramático final.

Fue sobre la medianoche del 19 de diciembre de 1937 cuando se declaró un incendio, según la versión oficial ocasionado en las cocinas, que devastó totalmente el edificio dejándolo en el esqueleto que hemos conocido hasta las restauraciones de los últimos años.
En aquellas fechas del incendio, en plena contienda civil, cuentan que el palacio lo ocupaban tropas alemanas o italianas del bando franquista. El pueblo llano cuenta que después del saqueo, los mismos soldados provocaron el fuego para borrar su pecado.