30 de noviembre de 2014

La gripe del 18


En 1918 llegó a España, al parecer procedente de La China y después de afectar a medio mundo, una terrible epidemia de gripe que causó la muerte de ciento cincuenta mil personas en España y unas mil en la provincia de Soria.
El gobernador civil  ordenó mediante circular de 20 de septiembre que aunque todavía no había aparecido caso alguno en la provincia, en todos los municipios debían convocarse Juntas municipales de sanidad que adoptasen medidas preventivas como la de evitar la aglomeración de personas en lugares cerrados, favorecer la ventilación e iluminación de las viviendas, evitar los focos de inmundicia, vigilancia de los lavaderos y control de los forasteros que proceden de lugares infestados. El ánimo de los sorianos debía estar por los suelos temiendo lo peor, por lo que el 7 de octubre firmó otra circular en la que intentaba tranquilizar a la población diciendo que la enfermedad no era tan mala, y que “sólo” causaba la muerte a los ancianos enfermos. También ordenó a los alcaldes que informasen a diario de la evolución de la enfermedad.
El 9 de octubre la epidemia ya se había extendido por toda la provincia y ese día se reunió la Junta provincial de sanidad que hizo oficial esta epidemia de gripe en la provincia, y prohibió la celebración de fiestas, mercados, ferias, asambleas, bailes, romerías, cine, teatro y hasta el cierre de las escuelas en los pueblos afectados. También mando aislar a los enfermos y quemar sus ropas, objetos y fómites. El 11 de octubre el Inspector de primera enseñanza, Gervasio Manrique, ordenó el cierre de las escuelas en los pueblos afectados y pidió a los maestros que trasladasen sus clases al aire libre. El 13 de octubre el gobernador civil prohibió a los médicos sorianos ausentarse de sus pueblos, instando a reincorporarse a los que estuvieran de permiso. El 2 de noviembre prohibió la visita a los cementerios durante los días de Todos los Santos y de Difuntos.
El 29 de noviembre y por medio de una circular oficial, el gobernador civil de la provincia anuncia que la epidemia ya había pasado. Afectó a unas veinte mil personas de las cuales murieron casi mil.

Fuente: Diario de la historia soriana. Amigos del museo Numantino.

Gervasio Manrique


Del Diccionario histórico de la antropología española. Carmen Ortiz García y Luis Ángel Sánchez Gómez:

MANRIQUE HERNANDEZ, Gervasio

n. en Osona (1890), m. en Soria (1978). Folklore, geografía.

Inspector de primera enseñanza, Manrique Hernández firmó muchas de sus obras como Gervasio Manrique de Lara, en recuerdo de la Tierra de donde procedían él y su familia. Aunque publicará buena parte de sus artículos y libros despues de la Guerra Civil, la linea de trabajo de Manrique puede ser enclavada dentro del quehacer -muy abundante en la literatura etnográfica española- de aquellos escritores costumbristas que, sobre todo antes del año 36 se ocuparían de las tradiciones locales de su entorno.


Relacionado con un grupo influyente de sorianos -interesados por la historia y tradiciones de su tierra, y que frecuentemente se acercarían al folclore- Manrique de Lara edita en 1936 una obra con ciertas pretensiones,Soria, la ciudad del alto Duero. Leyendas y traciciones de su provincia. En ella resume, de forma asistemática, una variadísima información sobre las fiestas, costumbres y relatos -orales y escritos- de su tierra. Ya en 1949 publica Castilla, sus danzas y canciones, en donde revela, junto a una escritura sugerente, ya puesta de manifiesto en su libro anterior, cierta superficialidad en su aproximación a lo etnográfico. Da por buena, por ejemplo, la visión de algunos autores del 98, sobre la ausencia de cancionero vivo en la tradicion oral castellana. Algo que la recopilacion de Kurt Schindler, en tierras sorianas, unos años antes, ya había desmentido sobradamente. En 1955 se imprime un trabajito suyo sobre Vida pastoril, y en 1961 una obra de mayor ambición y exigencia, Geografía humana del Duero.

En 1963 vuelve a publicar en la Revista de dialectología y tradiciones populares, un artículo en que divaga literariamente sobre algunas generalidades del folklore castellano: El casticismo de Castilla en el folklore. Mas interesante, aunque solo sea  porque este libro constituye una de las escasas exploraciones que del humor popular se han hecho en nuestro país, es su Humor castellano, cuentos populares (1974)
Entre las publiaciones de Manrique de asunto no etnográfico destacan Sanz del Rio (1935) y Fray Tomás de Berlanga, descubridor del archipiélago de Colón (1963)

Otros títulos de Don Gervasio AQUI


Manrique era suegro del cineasta Luis García Berlanga (1921-2010) y abuelo de Carlos Berlanga (1959-2002) conocido artista musical, con quien guardaba un gran parecido físico.

10 de noviembre de 2014

La mejor miel

Si fuera cierto que Berlanga fue fundada por el Rey Gárgoris, como se dijo en la entrada anterior, significaría que nuestro pueblo habría sido creado por el mismo personaje mítico a quien se tiene por inventor de la apicultura.

El olvido institucional y la crisis permanente que padecemos, también han hecho mella en la actividad apícola en la Tierra de Berlanga y zonas vecinas, que todos hemos conocido con cierta pujanza en tiempos recientes. Uno cae en la cuenta de la buenísima calidad de la miel que consumimos cuando, al salir por el mundo, repara en que a veces el mérito del producto foráneo está más en la propaganda y en la distribución que en el producto mismo. Oí una vez a un afamado mielero gallego decir que la mejor miel de España la fabricaban las abejas de las serranías que unen Guadalajara con  Soria, es decir por aqui mismo.


Pero reconociendo que el argumento del gallego no parezca suficiente, hemos encontrado un valioso documento que certifica la calidad de nuestra miel de manera más contundente. En un viejo catálogo de la Expo de Paris de 1867, publicado por Francisco José Orellana hemos encontrado  el siguiente párrafo:

Otros varios productos agrícolas importantes figuraban en este grupo. Deben citarse entre ellos la miel y cera enviadas de las provincias de Burgos, Cáceres, Ciudad Real, Córdoba, Cuenca, Gerona, Guadalajara, en gran cantidad, Huesca, León y Astorga, Logroño, Lugo, Murcia, Orense, Sevilla, Soria, mucho y bueno, Tarragona, Toledo, Valencia, Zamora y Baleares. Las mieles de don Vicente Fuenmayor, de Berlanga de Duero, Soria, han merecido ser premiadas con medalla de bronce.

El docto profesor Amio Cajander, que conoce bien nuestra comarca y a pesar de su amor (que compartimos) por las mieles de montaña de la franja costera galaico asturiana, reconoce que la que ha probado por todo el sur de Soria le parece de calidad superior precisamente por mezclar de manera armónica plantas como la el biercol o el brezo, que son mas de montaña con aromáticas como tomillo y espliego que son mas propias de la estepa.
A tenor de lo anterior, nos atrevemos a proponer una denominación de origen para la miel de Berlanga, con los pueblos de su Tierra y lo que en Wikipedia consideran su Comarca, sumando Rello, Barcones, y el alfoz de Fuentepinilla. Nosotros añadiríamos algún pueblo más como Retortillo, Velamazán, Barahona y las Tierras de Gormaz y de Caracena, porque consideramos que la calidad de la miel es la misma en toda esta amplia zona. La denominación de origen seria el merecido reconocimiento a la calidad, con lo que el comprador sabría que se llevaría un producto de primera. El sector crearía algún que otro puesto de trabajo que contribuiría modestamente a asentar la población y a evitar la ruina de nuestros pueblos. Ahí queda la propuesta.

Gárgoris



De Gárgoris, rey de Tartessos, coetaneo de aquel otro David, de los israelitas, sabemos, por referencias de Justino Pompeyo Trogo, que escribía leyes en verso, para que el pueblo llano las aprendiera más fácilmente. También ha quedado su nombre por haber otorgado rango de cultura a la recolección de la miel.

En su lado más oscuro quedan las relaciones incestuosas con una de sus hijas, de belleza sobrehumana, o la cruel persecución que emprendió contra el vástago fruto de estas, con vistas a ocultar su torpe falta.

Por el cronista Fray Gregorio de Argaiz, en uno de sus escritos, de 1667, sabemos también que una de las ciudades fundadas por Gárgoris, de nombre Idivalera, puede corresponder a nuestra actual villa de Berlanga de Duero, aun estando fuera de lo que comunmente se entiende por límites de Tartessos, una civilización brumosa de la que no sabemos casi nada.

De las Ciudades que este Gárgoris edificó, no he tenido noticia segura de cuales sean el dia de hoy; la de Idivalera sospecho ser la que llamaron después Valeránica y ahora Berlanga, porque cae en los pueblos Arévacos...  Fue Gargoris rey tan ingenioso para las cosas de la vida humana que dio en criar las avejas, limpiar los vasos, curarlas y alimentarlas, de modo que los antíguos lo llamaron Melícola, que es lo mesmo que cultivador y labrador de la miel.

9 de noviembre de 2014

La Cuerda del Pozo


También conocido como el pantano de La Muedra, ha sido desde su construcción lugar de esparcimiento de la Ciudad de Soria y su comarca, aparte de su principal función de reserva de agua para los regadíos y abastecimientos en toda la cuenca del Duero.
De la abundante bibliografía que trata de su construcción en un periodo convulso de la historia de España nos extrañaba que nadie deparase en el origen de ese nombre oficial que le pusieron y que sigue compartiendo con el otro de La Muedra, que heredó del pueblo que feneció en sus entrañas, cuyo trágico recuerdo sigue asomándose en forma de la torre de su iglesia de San Antonio Abad..

Con la información del libro que escribió antes de la construcción de la presa el ingeniero Virgilio García Antón, queda despejada la incognita. Añadimos datos técnicos del inventario de presas de la Cuenca del Duero y una foto antigua y bucólica del pueblo que tenía 261 habitantes en 1900, un rollo jurisdiccional, aunque era pedanía de Vinuesa, una ermita de la Soledad, dos fuentes de exquisitas aguas y un molino. Por el este, junto al caserío pasaba el Duero y hacia el sur, el Hebrillos.



5 de noviembre de 2014

Declaración de Valdeavellano de Tera

El pasado 26 de septiembre, Iniciativa Comunales presentó en el Jardín Botánico de Madrid la Declaración de Valdeavellano de Tera por la defensa y el reconocimiento de los usos comunales en España
La Iniciativa Comunales es  un grupo formado por comunidades que gestionan usos comunales (cofradías de pesca y marisqueo, montes de socios, en mano común y comunales, sociedades de caza, juntas de pastos y de riego, etc.), ONG que trabajan en la defensa de estos usos y la conservación de la naturaleza, y grupos de investigación que estudian y defienden estos usos.
 La filosofía de este grupo es la defensa y reconocimiento de “Áreas conservadas por comunidades locales” (ICCA) que parte de tres pilares: La Comunidad, donde un grupo  de personas están unidas a un territorio o sistema de recursos locales; la Gobernanza, cuando estas comunidades locales llevan a cabo colectivamente las principales decisiones de gestión, desarrollo de normas y su cumplimiento; y la Conservación de la Naturaleza, cuando la gestión y gobernanza de estas comunidades contribuye a la conservación de estos territorios o a su recuperación desde el punto de vista ambiental. Cuando un área cumple estos tres requisitos entonces podemos hablar de un ICCA.
La Declaración de Valdeavellano de Tera por la defensa y reconocimiento de los usos comunales y las “Áreas conservadas por comunidades locales” (ICCA) en España, quiere establecer un decálogo de principios básicos que deben sentar las bases para el trabajo y reconocimiento de este patrimonio económico, cultural y ambiental en España, abrir un debate para que la sociedad  reconozca el valor de estos usos y su patrimonio asociado, así como a redescubrir el potencial de estos usos para el futuro de nuestra sociedad.
Extracto de la declaración de Valdeavellano de Tera por la defensa y reconocimiento de los usos comunales y las Áreas conservadas por comunidades locales (ICCA) en España:
Los abajo firmantes declaramos:
Que los usos comunales y sus bienes y derechos asociados (pesca, pastos, caza, bosques, riegos y otros) forman parte del patrimonio cultural (incluido el Inmaterial), Ambiental y socio-económico de España. 
Que actualmente los usos comunales son en España una forma usual, exitosa y extendida de gobernanza de nuestro patrimonio natural y cultural. Montes en mano común, de socios, vecinales o comunales, cofradías de pesca o marisqueo, juntas de pastos, de valle, y vecinales, facerías, corrales de pesca, sociedades de caza, acequias de careo, parzonerías, ledanías y otras formas de gobernanza gestionan varios millones de hectáreas con alto valor natural, económico y cultural y son la expresión del empoderamiento y participación de cientos de miles de ciudadanos en la gestión participativa, directa, resiliente y sostenible de los recursos locales.
 Que se deben reconocer, apoyar, promocionar y proteger cada uno los tres pilares básicos que deben caracterizar los usos comunales: comunidad, gobernanza y conservación de la naturaleza. 
Que en España existe una grave falta de reconocimiento de su valor desde las administraciones públicas y un gran desconocimiento por parte de la sociedad, siendo urgente en este sentido reivindicar el papel social, económico y ambiental de estos usos y su potencial para la conservación de la naturaleza, el desarrollo del mundo rural y la sociedad en general. 
Que para poder garantizar la supervivencia de la gran riqueza y variedad de formas de titularidad y gestión colectiva, es necesario fomentar nuevas alianzas y sinergias, desde el nivel local al global, basadas en la participación de base, el empoderamiento de las comunidades locales y el enfoque participativo (“de abajo a arriba”). 
Que por los motivos anteriormente expuestos debe ser una prioridad de las propias comunidades comuneras, de las distintas administraciones y la sociedad en su conjunto el velar por la protección y el reconocimiento de dicho patrimonio colectivo, con el objetivo de garantizar la transmisión de este patrimonio para disfrute de las generaciones futuras sin ningún tipo de menoscabo en sus valores económicos, sociales y ambientales.”
El documento completo puede consultarse en español, english o français.

En defensa de los bienes comunales

Volvemos a detener nuestra mirada en el mundo rural, y lo hacemos con apasionada y honda preocupación. Cuando la crisis no ha remontado ni un ápice y nos sigue mostrando la caras cínicas de los corruptos y la podredumbre de la ciénaga política. Cuando la espada de Damocles de la Ley de racionalización y sostenibilidad de la administración local sigue amenazando sin piedad al mundo rural y a sus derechos civiles y patrimoniales. Cuando lo común y lo público han quedado pulverizados por el pensamiento tecnocrático y neoliberal que nos controla desde el poder financiero y político. Cuando las administraciones públicas y regionales siguen enredadas en la pasividad burocrática y en el manejo mezquino y caciquil del poder, es hora ya de que los habitantes del medio rural retomen su propio protagonismo en defensa de sus bienes públicos y concejiles. Es una responsabilidad que no deben y pueden orillar por más tiempo.
También los habitantes de la ciudad y la numerosa población vinculada a nuestro medio rural deberían sentirse implicadas honrada y solidariamente en la defensa de estos bienes comunes, a no ser que formen parte de esas cuadrillas de depredadores que han pretendido convertir a todas nuestras dehesas boyales en suelo urbanizado. Muchos de ellos se disfrazan ahora en amantes de la naturaleza y nos hablan con palabras hueras y oportunistas de “tierra de sabor”.

El 26 de septiembre, se presentó en el Jardín Botánico (C.S.I.C.) la Declaración de Valdeavellano de Tera (Soria) por la Defensa de los UsoComunales en España, firmada por un amplio grupo de asociaciones, plataformas y fundaciones, estableciendo un decálogo de principios fundamentales a favor del reconocimiento de este patrimonio económico, social ambiental y cultural existente en nuestro país. En la base de esta declaración se encuentra el entusiasmo y empeño de muchos habitantes y asociaciones rurales comprometidas con los recursos y vida de los montes, con el buen manejo de los pastos o con la conservación de las tierras comunales que apenas hace medio siglo salvaron del hambre más cruel a muchas familias en las montañas galaico-leonesas, en la raya con Portugal, en las sierras ibérico-sorianas o en tantos lugares que el viento del éxodo rural ha dejado vacíos y sin fuerzas vitales. Los depredadores, los nuevos “agricultores de sofá” y las oligarquías financieras siguen al acecho de estos bienes comunes.
En Castilla y León, al menos 2.127.000 de hectáreas están consideradas como superficie catastral colectiva, concentrándose en los Ayuntamientos o en las Juntas Vecinales y compartiéndose su gestión con el Estado, o más bien con las Comunidades Autónomas (Montes de Utilidad Pública, sobre todo). Aunque tenemos testimonios bien representativos en todas las provincias, sobresalen los bienes públicos y comunales en las provincias de León, Burgos, Soria y Zamora. Aunque infrautilizados, ahí siguen como verdaderas “joyas de montaña” (M. Rodríguez Pascual) los puertos de merinas o “puertos pirenaícos”, configurando desde hace siglos extensas superficies de espacios comunales bien representativos de un quehacer ganadero secular y sostenible.
En las circunstancias actuales necesitamos repensar su integración en la vida del medio rural y en un desarrollo sensato. No pueden quedar al albur de los intereses más lejanos y privatizadores. Precisamente la FAO, por un lado, y la propia ONU, por otro, ante el fracaso de las garantías alimentarias a escala global y de las sucesivas frustraciones de las cumbres ante el cambio climático, ven en los recursos públicos y comunales una verdadera alternativa para frenar y detener los desmanes medioambientales y afrontar con inteligencia agroecológica y sentido común el futuro. Así, pues, la gestión de los comunales a escala local y regional se presenta como un reto apasionante que compromete a toda la sociedad. Ni los actuales instrumentos políticos están preparados para afrontarlo, ni las directrices productivistas y tecnocráticas de la PAC son el camino. En la defensa de este legado histórico y patrimonial todos estamos implicados, comenzando por la sensibilidad y sensatez de los poderes públicos y dando protagonismo a la cultura campesina, pues buena parte de nuestro futuro (medioambiental, agroganadero y forestal, cultural, social…) descansa en estos bienes, si sabemos conservar y optimizar sus recursos con armonía y solidaridad.