Articulo del blog CASTILLA RESISTE, del día 21 de abril de 2014.
«Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor»
«Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor»
(Pasquín que se
colgaba en las puertas de las iglesias de Castilla en 1520 y que
expresaba el descontento popular ante el nuevo rey y su corte de
parásitos).
Dentro
de algunos días ese ente anti histórico que es la Autonomía de
Castilla y León, procederá a festejar una derrota en 1521, en la
que basan buena parte de la identidad regional. Identidad regional
inventada y artificial, dado que la misma autonomía se compone por
un lado de la Región Leonesa y de algunas provincias de la antigua
Región de Castilla La Vieja por otro. Son dos regiones unidas por
decreto y que no responden en modo alguno a la Castilla histórica.
De hecho el Reino de León aunque compartiera monarca desde el 1230,
no perdió su identidad ni sus instituciones; las cuales se
mantuvieron separadas durante siglos de las castellanas. No debemos
olvidar además, que las también inventadas autonomías de La Rioja,
Cantabria, Madrid y Castilla La Mancha, son parte de Castilla, aunque
a algunos lleven 30 años mirando hacia otro lado, negándose a
reconocer a esta tierra como la identidad histórica que
evidentemente es y pretendiendo con todo ello seguir viviendo a costa
del ciudadano castellano, al que pretenden rebajar a la categoría de
ciudadano español de tercera regional.
Pero
no es este el tema que quiero tocar hoy. Hoy quería recordar a
aquellos patriotas que fueron Los Comuneros de Castilla. El
nacionalismo español heredero de los liberales de las Cortes de
Cádiz, incluyeron a Carlos V en su mitología de personajes
“eminentes” en la creación de su España jacobina. A día de hoy
tenemos que seguir leyendo en muchos libros que Carlos I fue un
César, un hombre moderno, que trajo el progreso a España, humanista
y que llevó las fronteras españolas hasta Alemania. Pues es
mentira. De entrada jamás reinó como Carlos I de España, dado que
Portugal era España y tenía su propio rey (tampoco Carlos V de
Alemania porque ni si quiera existía aún esta nación). Fue el
Emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico y con ese
título firmaba sus documentos. Su ambición por coronarse emperador,
le llevó a poner sus ojos sobre Castilla, que era una de las
potencias europeas más importantes por su riqueza, su ejército y su
demografía en expansión (casi 7 millones de habitantes por apenas 1
en la Corona de Aragón). Cuando su madre Juana I, fue desplazada del
poder por un golpe de estado perpetrado por su marido y su propio
padre, no lo dudó dos veces y se proclamó por su cuenta Rey de
Castilla en Flandes. Pasándose por el escroto a las Cortes de
Castilla, que eran las que proclamaban desde hacía siglos a los
reyes tras jurar sus fueros y libertades y a los derechos de su
propia madre, a la que jamás visitó en toda su vida salvo para
obtener su firma en el documento para legitimar su acceso al trono.
No olvidemos que Juana I sufría una grave depresión agravada por la
muerte de su marido Felipe El Hermoso y que vivía recluida en un
convento de Tordesillas. El joven Carlos llegó a Castilla con 16
años, sin hablar Castellano a pesar de haberle puesto profesores de
esta lengua su propio abuelo Fernando de Aragón y rodeado de su
propia corte de extranjeros, a los que no tardó en otorgar
suculentos sueldos y privilegios. Algo que irritó aún más a los
castellanos, que ya estaban molestos con la actitud de un rey que
despreciaba la lengua y los modos castellanos y que parecía
interesarse exclusivamente por los tributos de Castilla. Cuando las
Cortes Castellanas le proclamaron Rey finalmente en 1518, lo hicieron
imponiéndole 4 condiciones:
Aprender
a hablar castellano.
El
cese de nombramientos a extranjeros.
La
prohibición de la salida de metales preciosos y caballos de
Castilla.
Trato
más respetuoso a su madre Juana, recluida en Tordesillas.
Lo
mismo que había hecho antes con los derechos de su madre, lo hizo
ahora con las demandas de los castellanos. Pasó por encima.
Conociendo la negativa de los castellanos a otorgarle dinero para
proclamarse emperador de Alemania, convocó unas Cortes en Santiago
de Compostela en 1520 y sirviéndose de presiones y sobornos a muchos
procuradores, consiguió hacerse con el botín demandado. Esto
terminó por encender los ánimos en las ciudades de Castilla
ahogadas por los impuestos, y una por una se alzaron en rebelión
encabezadas por Toledo. Las ciudades comuneras elevaron por escrito
sus demandas al rey, el cual respondió con la guerra, cuya primera
víctima fue Medina del Campo, que fue arrasada con fuego por las
tropas imperiales. Resulta chocante el trato dado a Lutero por el
Emperador Carlos, si lo comparamos con la durísima represión a los
Comuneros castellanos durante más de 10 años de persecución
implacable. Y todo simplemente por haber pedido hablar con él y
exponerle su preocupación sobre el futuro de Castilla, si la misma
apoyaba financieramente ese Imperio. Imperio que ciertamente terminó
por arruinar a todos los campesinos castellanos y en general al Reino
entero (la Corona de Castilla).
¿Pero
quienes eran estos comuneros que lideraban esta rebelión?. En su
mayoría eran pequeños caballeros y una parte importante del clero
castellano. Era un movimiento claramente antiseñorial, que fue
incorporando rápidamente a campesinos, artesanos y gentes del pueblo
llano. Ante esto, los grandes nobles de Castilla, viendo peligrar sus
privilegios, apoyaron a Carlos V. Los líderes comuneros eran muy
cristianos, como no podía ser de otra forma. Se movían en base a un
fuerte código de honor y acostumbraban a hacer sus juntas siempre
dentro de una iglesia y frente a una Biblia. Me gusta remarcar esto
para poner en evidencia a los que ahora se proclaman “comuneros”,
pretendiendo homologarlos a los comunistas. Fijaros hasta que punto
llevaron a cabo ese código de honor que su líder, Juan de Padilla,
aún sabiendo que la guerra estaba perdida, no dudó en hacer frente
a las tropas imperiales en Villalar en 1521 porque su honor se lo
exigía. Se cuenta que ante el cadalso al que fueron condenados,
tuvieron que escuchar la sentencia a muerte por traición. La
respuesta de otro de los líderes, Juan Bravo no se hizo esperar.
Afirmó que cumplieran la sentencia pero que ellos no habían
traicionado a nadie y que el autor de la misma era un embustero.
Padilla le mandó sosiego y le dijo que si el día anterior habían
sabido luchar como caballeros, ahora debían saber morir como
cristianos. Ante tales palabras y muy emocionado, Juan Bravo pidió
morir el primero para no ser testigo de la muerte de tan noble jefe.
Tras aquella derrota Castilla fue sistemáticamente saqueada por los
Austrias (con Felipe II Castilla quebró 3 veces), luego por los
Borbones y por aquel camino llegamos a lo que tenemos ahora. Una
tierra desolada que se muere en silencio y que apenas recuerda ya a
aquel reino que fue el principal baluarte de la Reconquista. Lo demás
es Historia conocida.
Pero
como decía antes, existen ahora determinados grupos que auto
proclamándose comuneros, pretenden ser el legado de aquellos. Van
con banderas moradas que nunca fueron comuneras y en el colmo de la
manipulación histórica, le añaden una estrella roja. No hay nada
más alejado de Los Comuneros de Castilla, que esta horda de
marxistas, materialistas y ateos. Podrán ir a Villalar a festejar la
derrota de 1521 (lo cual en sí mismo es ya una estupidez supina),
pero ni representan a Castilla ni al pueblo castellano.
Los
Comuneros fueron quizá unos de los últimos representantes de la
genuina rebeldía ibérica. Aquella raza de hombres que preferían la
muerte al deshonor. Que ponían por encima de nobles y reyes a su
tierra y a su pueblo. Y que jamás exigieron a sus soldados algo que
ellos no estuvieran dispuestos a dar. Todo un ejemplo de como eran
los castellanos de entonces, cuyo reflejo lo vimos después en 1808 y
salvando las distancias, incluso durante las Guerras Carlistas. Los
Comuneros por tanto, jamás lucharon para defender feudalismos o sus
propios intereses de clase como han insinuado algunos. Murieron por
la libertad del Reino, por la libertad de su pueblo y por su Dios. Y
por ello merecen ser recordados como verdaderos héroes de Castilla.
(Para
los que quieran profundizar en esta decisiva etapa de la Historia de
Castilla y de España, les animo a leer la obra del historiador e
hispanista Joseph Pérez, Los Comuneros).
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