22 de abril de 2014

Aquellos comuneros

Articulo del blog CASTILLA RESISTE, del día 21 de abril de 2014.

«Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor»
(Pasquín que se colgaba en las puertas de las iglesias de Castilla en 1520 y que expresaba el descontento popular ante el nuevo rey y su corte de parásitos).

Dentro de algunos días ese ente anti histórico que es la Autonomía de Castilla y León, procederá a festejar una derrota en 1521, en la que basan buena parte de la identidad regional. Identidad regional inventada y artificial, dado que la misma autonomía se compone por un lado de la Región Leonesa y de algunas provincias de la antigua Región de Castilla La Vieja por otro. Son dos regiones unidas por decreto y que no responden en modo alguno a la Castilla histórica. De hecho el Reino de León aunque compartiera monarca desde el 1230, no perdió su identidad ni sus instituciones; las cuales se mantuvieron separadas durante siglos de las castellanas. No debemos olvidar además, que las también inventadas autonomías de La Rioja, Cantabria, Madrid y Castilla La Mancha, son parte de Castilla, aunque a algunos lleven 30 años mirando hacia otro lado, negándose a reconocer a esta tierra como la identidad histórica que evidentemente es y pretendiendo con todo ello seguir viviendo a costa del ciudadano castellano, al que pretenden rebajar a la categoría de ciudadano español de tercera regional.

Pero no es este el tema que quiero tocar hoy. Hoy quería recordar a aquellos patriotas que fueron Los Comuneros de Castilla. El nacionalismo español heredero de los liberales de las Cortes de Cádiz, incluyeron a Carlos V en su mitología de personajes “eminentes” en la creación de su España jacobina. A día de hoy tenemos que seguir leyendo en muchos libros que Carlos I fue un César, un hombre moderno, que trajo el progreso a España, humanista y que llevó las fronteras españolas hasta Alemania. Pues es mentira. De entrada jamás reinó como Carlos I de España, dado que Portugal era España y tenía su propio rey (tampoco Carlos V de Alemania porque ni si quiera existía aún esta nación). Fue el Emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico y con ese título firmaba sus documentos. Su ambición por coronarse emperador, le llevó a poner sus ojos sobre Castilla, que era una de las potencias europeas más importantes por su riqueza, su ejército y su demografía en expansión (casi 7 millones de habitantes por apenas 1 en la Corona de Aragón). Cuando su madre Juana I, fue desplazada del poder por un golpe de estado perpetrado por su marido y su propio padre, no lo dudó dos veces y se proclamó por su cuenta Rey de Castilla en Flandes. Pasándose por el escroto a las Cortes de Castilla, que eran las que proclamaban desde hacía siglos a los reyes tras jurar sus fueros y libertades y a los derechos de su propia madre, a la que jamás visitó en toda su vida salvo para obtener su firma en el documento para legitimar su acceso al trono. No olvidemos que Juana I sufría una grave depresión agravada por la muerte de su marido Felipe El Hermoso y que vivía recluida en un convento de Tordesillas. El joven Carlos llegó a Castilla con 16 años, sin hablar Castellano a pesar de haberle puesto profesores de esta lengua su propio abuelo Fernando de Aragón y rodeado de su propia corte de extranjeros, a los que no tardó en otorgar suculentos sueldos y privilegios. Algo que irritó aún más a los castellanos, que ya estaban molestos con la actitud de un rey que despreciaba la lengua y los modos castellanos y que parecía interesarse exclusivamente por los tributos de Castilla. Cuando las Cortes Castellanas le proclamaron Rey finalmente en 1518, lo hicieron imponiéndole 4 condiciones:

Aprender a hablar castellano.
El cese de nombramientos a extranjeros.
La prohibición de la salida de metales preciosos y caballos de Castilla.
Trato más respetuoso a su madre Juana, recluida en Tordesillas.

Lo mismo que había hecho antes con los derechos de su madre, lo hizo ahora con las demandas de los castellanos. Pasó por encima. Conociendo la negativa de los castellanos a otorgarle dinero para proclamarse emperador de Alemania, convocó unas Cortes en Santiago de Compostela en 1520 y sirviéndose de presiones y sobornos a muchos procuradores, consiguió hacerse con el botín demandado. Esto terminó por encender los ánimos en las ciudades de Castilla ahogadas por los impuestos, y una por una se alzaron en rebelión encabezadas por Toledo. Las ciudades comuneras elevaron por escrito sus demandas al rey, el cual respondió con la guerra, cuya primera víctima fue Medina del Campo, que fue arrasada con fuego por las tropas imperiales. Resulta chocante el trato dado a Lutero por el Emperador Carlos, si lo comparamos con la durísima represión a los Comuneros castellanos durante más de 10 años de persecución implacable. Y todo simplemente por haber pedido hablar con él y exponerle su preocupación sobre el futuro de Castilla, si la misma apoyaba financieramente ese Imperio. Imperio que ciertamente terminó por arruinar a todos los campesinos castellanos y en general al Reino entero (la Corona de Castilla).
Mosaico en la casa de Atienza donde nació Juan Bravo de Lagunas

¿Pero quienes eran estos comuneros que lideraban esta rebelión?. En su mayoría eran pequeños caballeros y una parte importante del clero castellano. Era un movimiento claramente antiseñorial, que fue incorporando rápidamente a campesinos, artesanos y gentes del pueblo llano. Ante esto, los grandes nobles de Castilla, viendo peligrar sus privilegios, apoyaron a Carlos V. Los líderes comuneros eran muy cristianos, como no podía ser de otra forma. Se movían en base a un fuerte código de honor y acostumbraban a hacer sus juntas siempre dentro de una iglesia y frente a una Biblia. Me gusta remarcar esto para poner en evidencia a los que ahora se proclaman “comuneros”, pretendiendo homologarlos a los comunistas. Fijaros hasta que punto llevaron a cabo ese código de honor que su líder, Juan de Padilla, aún sabiendo que la guerra estaba perdida, no dudó en hacer frente a las tropas imperiales en Villalar en 1521 porque su honor se lo exigía. Se cuenta que ante el cadalso al que fueron condenados, tuvieron que escuchar la sentencia a muerte por traición. La respuesta de otro de los líderes, Juan Bravo no se hizo esperar. Afirmó que cumplieran la sentencia pero que ellos no habían traicionado a nadie y que el autor de la misma era un embustero. Padilla le mandó sosiego y le dijo que si el día anterior habían sabido luchar como caballeros, ahora debían saber morir como cristianos. Ante tales palabras y muy emocionado, Juan Bravo pidió morir el primero para no ser testigo de la muerte de tan noble jefe. Tras aquella derrota Castilla fue sistemáticamente saqueada por los Austrias (con Felipe II Castilla quebró 3 veces), luego por los Borbones y por aquel camino llegamos a lo que tenemos ahora. Una tierra desolada que se muere en silencio y que apenas recuerda ya a aquel reino que fue el principal baluarte de la Reconquista. Lo demás es Historia conocida.

Pero como decía antes, existen ahora determinados grupos que auto proclamándose comuneros, pretenden ser el legado de aquellos. Van con banderas moradas que nunca fueron comuneras y en el colmo de la manipulación histórica, le añaden una estrella roja. No hay nada más alejado de Los Comuneros de Castilla, que esta horda de marxistas, materialistas y ateos. Podrán ir a Villalar a festejar la derrota de 1521 (lo cual en sí mismo es ya una estupidez supina), pero ni representan a Castilla ni al pueblo castellano.

Los Comuneros fueron quizá unos de los últimos representantes de la genuina rebeldía ibérica. Aquella raza de hombres que preferían la muerte al deshonor. Que ponían por encima de nobles y reyes a su tierra y a su pueblo. Y que jamás exigieron a sus soldados algo que ellos no estuvieran dispuestos a dar. Todo un ejemplo de como eran los castellanos de entonces, cuyo reflejo lo vimos después en 1808 y salvando las distancias, incluso durante las Guerras Carlistas. Los Comuneros por tanto, jamás lucharon para defender feudalismos o sus propios intereses de clase como han insinuado algunos. Murieron por la libertad del Reino, por la libertad de su pueblo y por su Dios. Y por ello merecen ser recordados como verdaderos héroes de Castilla.

(Para los que quieran profundizar en esta decisiva etapa de la Historia de Castilla y de España, les animo a leer la obra del historiador e hispanista Joseph Pérez, Los Comuneros).

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